El atrapafrutas, tecnología de punta

En la vereda Pitalito, a orillas del río Jambaló – Cauca, se encuentra la casa del mayor César Medina, preseleccionado dentro de los diecisiete inventos de la Campaña de inventos para el wët wët fxi’zenxi (buen vivir). Al arribar a su dulce morada (que era color café por ser construida con barro), César nos da la bienvenida al equipo de la Campaña. Se encuentra sorprendido ya que nos presentamos un día antes de la fecha acordada, pero eso no importó, nos acogió en su casa. Nos contó que se encontraba trabajando en el arreglo del camino con los demás vecinos y fue así como lo encontramos en el trabajo comunitario, costumbre del pueblo nasa. Arcadio, “el pequeño Solín”, hizo una breve presentación del equipo y le dio a conocer el motivo de la visita.

Luego, el mayor César procedió a hacer una detallada presentación del invento: el atrapafrutas. Nos comentó que su invento fue el mejoramiento de un carrizo con una pequeña horqueta que lo utilizaban para tumbar las naranjas, aguacates u otras frutas que por su elevada altura era casi imposible recolectar. El carrizo es el protagonista de esta historia ya que por su trascendencia los mayores lo utilizaban como material importante para la construcción de casas, para cercas de la finca o para la cestería. El atrapafrutas fue mejorado a través de una necesidad: conservar la fruta con la mejor calidad para sacarla a la venta, ya que es una fuente de ingreso para la familia. César nos comentó que, anteriormente, para recolectar las naranjas golpeaban las ramas y los frutos caían al suelo sufriendo golpes y algunos perdiéndose por aberturas, lo que le generaba pérdidas porque no tenían buena durabilidad ni buena presentación a la hora de venderlas.

Entonces se las ingenió para mejorar su carrizo. Como todos quizás no saben, el carrizo es una madera muy fina de forma cilíndrica, similar a la guadua, con entrenudos pero mucho más delgada, con más o menos dos a cinco centímetros de diámetro. A una vara de carrizo, en una de sus puntas, le hizo una abertura en forma de “V”, como una horqueta, de más o menos cuatro centímetros de larga; luego, donde termina la V, rajó el carrizo a lo largo por ambos lados, unos veinte centímetros. A una de las rajaduras le sacó mucho filo con una navaja (cosa fácil en el carrizo cuyas astillas, por décadas, fueron usadas como cuchilla de cortar el cordón umbilical de los recién nacidos); a la otra rajadura la dejó sin filo. Donde terminan las rajaduras le hizo un anillo de cabuya (envolvió y envolvió cabuya para evitar que el carrizo se siguiera rajando). Para no equivocarse de lado, marcó el lado afilado muy visiblemente para poderlo utilizar adecuadamente.

El atrapafrutas, simple y sencillo, consiste en un cortador (la rajadura afilada) y un apretador (la rajadura sin filo): el operario de esta tecnología de punta (obsérvese bien la punta) ensarta la ramita que sostiene la fruta con la horqueta, hace presión, la ramita entra a lo largo de la rajadura; al girar el carrizo el lado filudo corta la ramita y el lado sin filo la atrapa evitando que caiga al suelo. El cosechador desliza el carrizo hacia sí y lleva la fruta a sus manos. La mochila se llena en un abrir y cerrar de ojos.

Pero eso no es todo, para poder utilizar el carrizo de esta forma viene un proceso de más atrás. César nos comenta que el carrizo es cortado en luna menguante para que sea fino y no se gorgojee. También le hace un proceso de secado al humo para afinarlo mucho más y así sacarle el filo necesario al material. Los Putx thegsa (jurados o admiradores de inventos) pidieron una demostración así que partimos al lugar de los frutales: ellos mismos comprobaron su efectividad en el trabajo, la delicadeza con la que se recolecta el fruto y la facilidad de la labor; solo es cuestión de práctica, que hasta un niño puede hacerlo sin ningún peligro de lastimarse.

De esta forma, César ha venido enseñando su trabajo a las futuras generaciones para no perder las costumbres propias del pueblo nasa con un invento a base de carrizo, que además de ser un material propio y muy ecológico lo puede cambiar cada año y tener varios a la vez. Como buen nasa, después del trabajo, César nos brinda un poco de sancocho y de ahí sí indio comido, indio ido.