ITUANGO: el agua es la alegría de la montaña

Liberamos para andar libres y alegres con los ríos

Marcha de la Comida, Medellin, 27 de mayo,

Ojos picantes, sacos bien puesticos, baffles y motores ya sonando. Son las 4.30am. Dejamos Bello Oriente, sus matas de plátanos, sus luchas dignas, sus sancochos comunitarios de mil colores: esta bella invasión de rebelión. Es que otra aventura nos espera: vamos para Valdivia, uno de los pueblos río abajo del río Cauca, uno de los numerosos afectados por la represa hidroeléctrica de Hidroituango. “Allá vamos a encontrarnos con nuestras hermanas y hermanos que están resistiendo frente a este mega-proyecto destructivo de la empresa EPM, con ellas y ellos que siguen defendiendo la vida de todos los seres. Vamos a acompañarlos, a decirles que no les olvidamos y que no están solos. Es un acto de solidaridad y de lucha.” recordaba ayer un liberador.

El viento y la llovizna fresca nos acompañan, ayudan nuestros cuerpos dormidos a despertarse. Las chivas van andando alegremente, subiendo casi hasta el páramo antes de volver a bajar del otro lado de la montaña, donde encontramos el río San Andrés que se hace nuestro guía. Subimos en la capota para fundirnos en el paisaje. El río es color ámbar y corre rapidísimo entre las piedras; el galopa, moreno, libre y rebelde. Antioquia es tierra de agua, las quebradas nos saludan en cada curva, entremetidas dentro del bosque bien verde. Y más arriba, las chorreras, lindas tan lindas, nos sacan de la boca unas exclamaciones admirativas. “Mira, ya vemos Yarumos, y aquí Tambores, y unos Guanábanos. Como por allá, en el Norte del Cauca. Ya estamos en tierra caliente!” dice un compañero. Es un festín para los ojos. Contemplamos. La Madre es abundante, infinita de belleza; es una evidencia, un enamoramiento. Queda uno sin palabra. Estremecimientos.

Y sigue la cachetada. Más abajo, el río se transforma en una extendida de piedras donde anda a duras penas un poco de agua medio estancada. Un rato después, un reten militar nos impide el paso por el lado del muro de la represa. Siguiendo los consejos del compañero de Antioquia, seguimos por otro camino. Entre las ramas espesas de los árboles aparecen extrañamente unos edificios de un blanco brillante. “Zona deportiva – EPM”. Entramos en la fortaleza EPM -entre isla de la modernidad y zona de control militar.

Las chivas tienen que parar brutalmente, pues un charco grande desaparece la vía. El entusiasmo inicial que provoca la laguna artificial no tarda en transformarse en preocupación colectiva… “ Y ahora ¿como vamos a seguir?” El compañero de Ríos Vivos que se sumó al grupo en la mañana nos explica que el agua sumergió la carretera de 300 metros de profundidad y que ahora humanos y autos tienen que subirse en el Ferry para cruzar por el agua. Mientras esperamos el próximo Ferry, los trabajadores de EPM nos regalan bolsitas de agua Coca Cola. “Se roban un río, y te regalan bolsitas de agua. Ahí está pintado el capitalismo” ironiza una compañera. Acá también, los soldados están presentes.

 

Sanos y salvos, ya estamos del otro lado. Mientras esperamos para arrancar para el famoso muro que nos permite llegar a Valdivia, el compañero de Ríos vivos nos cuenta un poco de la lucha. El nos relata el momento, en 2011, donde la policía llegó armada y amenazante, a desalojarlos de sus casas. “Nosotros no nos iremos. Si van a hacer masacres, empiecen con nosotros.” dijeron los compañeros. “Si no se van, es el río que los desalojara.” “Resistimos un tiempo, sigue contando el compañero. Hicimos un paro de 60 días en el muro de la represa. La policía nos estaba vigilando todo el día. Ya prohibieron a los pescadores, a los habitantes de acercarse al agua.”

El río Cauca era la fuente de vida, de trabajo de la gente de por acá. Pescadores, barraqueros… perdieron su fuente de trabajo, pero también el centro de su vida, de sus paseos, de sus alegrías. Ahora, no pueden ni acercarse al río. El compañero nos habla de unas 1600 familias afectadas. Por temor, por ser compradas con migajas, por falta de fe en la lucha, solo 400 pusieron demanda. Ellas siguen firmes en la lucha, haciéndole frente a señalamientos y amenazas de parte de la misma fuerza pública. “Igual, la muerte nos coge a todos. Mejor morir con la verdad, que morir callado” Pueden matar diez, y miles nacerán, resuena la canción. Se siente una hermandad; es la misma verraquera que se empuña para defender a la Madre Tierra.

“Gracias a mi dios y a las montañas, el río también tendrá razón de esta represa” afirma el compañero. El muro está construido en una falla geológica. Se sabe que de un momento a otro, el puede ceder. El río retomara su camino de millones y millones de años. El correrá de nuevo, libre y rebelde. Sabemos que el no tiene afán, pero que tiene fuerza. Y que la Madre Tierra siempre recupera su libertad.

Más adelante, otro obstáculo se presenta en nuestro camino: una reja metálica, candados cerrados y bien guardada por la seguridad privada de la empresa nos impide seguir hacia la vía que pasa por el muro de la represa. Empezamos a hablar con ellos para que nos dejen pasar. Es el inicio de una espera larga, muy larga.

Los argumentos se suceden, todos más absurdos los unos que los otros.
Que no tenemos licencia; que el muro no aguanta el peso de las chivas;
que la vía no está habilitada para el paso; qué hay niños… Del otro lado de la reja, una fila larga de carros espera la apertura del reten. Ellos pasaron por esa vía. Extraño, no? “Es que pueden pasar solo algunos carros y unos buses especiales que van hacia las comunidades…” Finalmente, logramos llamar a un responsable. El amenaza: “Ahí están impidiendo la movilidad de las personas. Les podríamos mandar la policía si no se mueven.” Y al ratico, la policía llega. Con fusiles en mano. Ni escuchan la chirimía que toca en la chiva, para calmar el hambre.

Un policía argumenta: “Ustedes en sus resguardos controlan los que entran y salen. Allá tienen el derecho absoluto al territorio, es de ustedes. Aquí es lo mismo para nosotros.” Ahí esta claro que en este país, las empresas tienen resguardos. Gracias por el dato, bueno saberlo. Del otro lado del reten, un bus de la comunidad con 36 personas está bloqueado de la misma manera. “Antes podíamos pasar libremente por esta vía. Pero ustedes llegaron y ya nos impiden el acceso a nuestras propias comunidades! Controlan en nuestro propio territorio!” dice el compañero de Ríos Vivos con rabia e indignación.

Bueno, la duda está confirmada: no nos quieren dejar acceder al sitio de la represa. Porque somos comunidades sospechosas por nuestras luchas. Porque andamos con un compañero de Ríos Vivos. Porque en este este territorio es EPM que manda. “Y es que del otro lado, se ve claramente el daño que se hizo. No quieren que ustedes vean eso.”confirma el compañero de Ríos Vivos.

La tarde va cayendo, nos tenemos que devolver por el Ferry, escoltados por la policía. Volveremos. Porque sabemos que los permisos no se piden a EPM sino a la Madre Tierra.

Igual, pica un dolor en el alma. Las lagrimas se asoman en la garganta. Ya no podemos ir a encontrarnos con los compañeros que nos están esperando con ansia. Nos tocaría pasar por otro camino de 5 horas más y ya no hay tiempo. De vuelta a la plataforma del Ferry, ya ni quieren regalarnos bolsas de agua. La policía nos vigila. El Ferry nos lleva de vuelta. Es el ultimo del día. Nos alejamos poco a poco. A la orilla de este charco absurdo, llegan tres pescadores con sus cañas de pescar. Van a coger lo que se puede. Lo que quedó. Rescatar un pedazo de alegría hundido por ahí. Seguir dialogando con el agua.

En el camino de vuelta, la charla se anima. “Es una cosa escuchar hablar de la represa y otra darse cuenta en carne propia, dice un compañero. Uno, sino, se come el cuento. En donde vive mi familia, entre Belalcazar y San Andres, quieren hacer una represa. La familia estaba pensando venderles la tierra. Ahora, ya no lo voy a permitir.” “Eso es lo que va a pasar si dejamos hacer la represa en el río Palo”.

Nos dirigimos otra vez hacia Medellín después de haber grabado un mensaje para los compañeros que nos estaban esperando con las ollas llenas. Es un saludo fraternal que les queremos mandar, decirles que hemos llegado hasta allí hoy pero qué volveremos. Y que seguiremos luchando por un territorio libre, por una tierra liberada.

Para andar libres y alegres con los ríos.

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