Marcha de la comida: Oiga, en Cali la siembra ya empezó

Por Minga de comunicación.

La cita era a las 8 am como la vez pasada, pues hacía dos días algunos compañeros de los colectivos de la Universidad del Valle habían quitado el monte al sitio de la siembra. El día ya pintaba bonito. Fuimos saliendo despaciecito, al paso caleño, a como nos dio, pero con ansias de llegar llegamos a Univalle. Para encontrar el huerto Sembrando Ando hay que ir casi hasta la calle 16, es decir, nos atravesamos toda la U hasta llegar a ese lugarcito escondido en donde saludan primero las flores y las mariposas, una grieta verde en medio de los saberes empolvados de la academia, allí en cambio, el conocimiento es abeja, es mata de plátano, es frijol, es maíz, es maracuyá, es lombriz, es A´te (Luna), es soberanía alimentaria.

Nos vamos adentrando y casi al fondo van apareciendo estudiantes, profesoras, niñas, familias, la gente del barrio La Paz, los D-mentes, los Contrastudos, como 20 o 30 mal contados. Todos estaban trabajando con sus palas y sus manos, disfrutando el contacto con la Madre Tierra y con ellos mismos, sudando y tomando una chichita deliciosa, que según contaron, alguien trajo de Armenia. Nos recibieron con abrazo y de una vaya cogiendo su pala, había que dejar la hojarasca parejita.

Uno de los compitas estudiantes se entusiasmó tanto moviendo la hojarasca que uno dijo, que mucho compita que ya está muy pelado, y este le respondió, que ¿y entonces que hacemos?, y el otro, que preste yo le ayudo y le volvemos a echar un montoncito de hojarasca. La solidaridad brota fácil en el alma humana cuando se comienza a desalambrar el Uus (corazón) y el Uuskipnxi (pensamiento), era como si la mama tierrita nos entretuviera, ahí con ella, mientras vamos aprendiendo a mirarnos, todos tan distintos, todos tan hijos de Uma Kiwe…

Pero Sek (Sol) se empezó a levantar, desde allá, desde el oriente, y las gotas de ese sudor que poco conoce la ciudad empezó a caer con más frecuencia sobre esa tierra negrita, así que a tomar agüita, chicha y aguapanela con maracuyá del huerto. Alguien por ahí dijo: “a esta tierra no hay que hacerle es nada!!!”… Cuando ya estuvo listo el emparejado llegaron unos compas a contar como íbamos a hacer lo de sembrar.

– Bueno muchachos… vamos a sembrar nuestro frijol nativo… somos la cuna del frijol… así como México es la cuna del maíz

– Es que todas estas variedades de frijol son herencia de nuestros pueblos…

– Sí, es que una semilla no es solo una semilla, es el conocimiento ancestral de los abuelos y abuelas. es pura memoria acumulada… el trabajo de miles de años

– Por eso toca ponernos a sembrar… la semilla se conserva regándola…

– Así es muchachos… entonces a sembrar… toca por hileras compitas, nos vamos a ir por hileras… en una va el maíz con frijol de enredadera… en la segunda solo frijol Asuki… y en la tercera solo frijol Calima… primero armamos los caminos con estaca y cabuya, y luego vamos abriendo los huequitos en la tierra… después armamos grupitos y nos repartimos las semillas. ¿Breve?

– ¡Breve!… dijeron todos.

El circulito de gente se desarmó y cada persona fue por pala, pica o machete, unos abrían huecos, otros hacían estacas, todos charlando mientras iban poniendo la cabuya que hacían aparecer los caminos. La música no faltaba porque uno de los compas que venía del barrio de La Paz cargaba un parlante que sonaba a resistencia y a despertar de la semilla. La comisión de la cocina ya estaba preparando el almuerzo, ya olía delicioso.

Avanzamos hasta que todo el terreno estuvo demarcado y con huequitos, y ahí otra vez uno de los compas empieza a reunir a la gente a su alrededor, y él a contar cómo habían llegado las semillas, cómo las íbamos a cuidar y a sembrar, habló de las especies de las semillas y que eran pa la Marcha de la comida, que es en marzo de 2019, y que entonces nos seguimos viendo de aquí hasta allá. Hablar de la Marcha de la comida era recordar ese suceso histórico que pasó en Cali este año… muchos de los que ahí estábamos lo habíamos vivido y aún perduraba el recuerdo de esos rostros caleños perplejos ante tanto plátano y yuca traído de tierras liberadas para ser compartidos, la más noble excusa para empezar a mirarnos a los rostros y contarnos ¿Cómo es que estamos liberando a la Madre Tierra?

Empezamos, armamos los grupos. Unos iban poniendo más cuidado pa irnos diciendo por donde era, que no entierre tanto la semilla, que tantas semillas de maíz y tantas de frijol, que ese hueco que hicieron era pa buscar una guaca o qué? En esto una compañera recordaba su pueblo, lo que era sembrar en esa tierrita negra negra, con un frío tan tenaz que el maíz se demoraba unos mesecitos más en dar mazorca… pero ¡qué mazorcas!, mientras por allá otro compa se acordaba cuando la siembra era en la escombrera, y que acá si no es tan duro como por allá.

Ya olía más a almuerzo y depronto por eso todo salió rapidito. En eso algunos se fueron despidiendo. Que chao, que entonces nos vemos el 10 de enero, que no se olvide de invocar los poderes de la Pachamama pa que llueva. Ya era la 1 de la tarde, ya casi está el almuerzo muchachos. Teníamos hambre, pero esta gente andaba envalentonada para sembrar. La siembra es algo tan innato a la gente, que una vez reavivamos esa memoria en el acto mágico de acariciar las semillas con un poco de tierra, ya no podemos parar…

– ¿agüita?

– Uy si…

– ¿Venga no será que sembramos un poquito más para allá?

– Claro, hágale.

Y empiezan de nuevo, más poquitos, pero como con más fuerza por eso… se limpió, se hizo los trazos con cabuya y huequitos, y se sembró para que haya más comidita para la marcha de marzo de 2019… ¿A dónde irán a parar las chivas cargadas con comida esta vez? ¿Qué otras formas de liberar la Madre Tierra desde la ciudad encontraremos esta vez? ¿Qué palabra sencilla y profunda nos traerán los nasas desde el PLUK?

– ¡A almorzar!

Todo delicioso, el sancocho, la carne, el arroz, la mazorca y hasta el pegado se lo comieron. Ahí sí todos estuvimos calladitos un rato, sentados y parados cuchareando, descansando del sol. Ahí mismo empieza la conversa, con la chichita para remojar la palabra y reposar la jornada. Las historias no pararon por un buen rato: nuevas huertas por conocer, más territorios siendo liberados, historias increíbles de Yalcones y Pijaos… que Juan Tama, no sé qué.  Nos despedimos.

Nos vemos el 10 de enero, pa abrazarnos de nuevo a Uma Kiwe y seguir caminando-tejiendo-sembrando pa la Marcha de la comida.

 

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