Picar pasto sin picarse los dedos
La Marquesa es una vereda en la zona de media de Jambaló (Cauca, Colombia, Suramérica). Es al mismo tiempo vereda y empresa comunitaria. Es que cuando en Jambaló recuperaron las tierras de manos de terratenientes, una parte de esa tierra no se entregó a los comuneros, sino que se dejó como tierra comunitaria. Se promovió la creación de empresas comunitarias como una forma de generar economía para la comunidad. No se imaginen una construcción grandotota con gente ahí debajo trabajando como esclavos. Imaginen un gran lote de tierra en el que cada semana la gente sale un día al trabajo de rocería, siembra, cosecha, etcétera.
Cultivan, crían ganado, cosechan y reparten. No imaginen flechas loma-arriba en un gráfico: estas empresas no dan ganancia (en el capitalismo toda ganancia es a pérdida: perder los bosques, perder los glaciares, perder la alegría…). Lo que logran es mantener un estilo de vida: pasarla sabroso en montonera, perder tiempo picando la tierra, riéndose del que se ganó un terronazo de algún juguetón, tomando chicha al terminar la jornada… Pero no todo es color de rosa. Esta vereda ha sido azotada por el cólera en dos epidemias en los años noventa, en invierno queda incomunicada por los derrumbes… Jode la guerra. No es que el buen vivir se viva como en un paraíso aislado: aquí el buen vivir significa que la gente se inventa un modo de vida para no dejarse apachurrar la existencia por el peso del sistema-mundo.
En esta vereda-empresa vive un inventor y hasta aquí llegó el equipo de la Campaña.
Atrapafrutas, huertas tul, cuyes trabajadores, hiladoras… No nos cansamos de ver ni de admirar tanta creatividad de los comuneros y comuneras. Hombres y mujeres por igual, buscan la forma de mejorar su entorno y su relación con Uma Kiwe. Ejemplos de ingenio.
Ahora, acá, en casa de Armando Tróchez, cansados de un agotador ascenso, pero con el ánimo siempre arriba, nos disponemos a recibir una sorpresa más: la pica-pasto manual.
Ésta, en particular, llamó mucho la atención desde el comienzo por una sencilla razón: protege la integridad física. Protege las manos, no hay peligro de rebanarse un dedo. Todo el montaje está pensado para proteger a la persona que lo maneje.
No han sido poco los accidentes que por la faena de la picada del pasto han dado cuenta de amputaciones y heridas de gravedad. Mochos de dedos y manos llenan los campos del mundo. La seguridad industrial no siempre responde por los miembros más queridos. Esta máquina-herramienta nace para agilizar, con toda seguridad, esa peligrosa labor y de esta manera contribuir al buen vivir: sano, contento y completico.
Armando cuenta que era muy cansón agacharse por largo rato a picar pasto para la ternera que su mamá había comprado. Luego fueron dos; luego tres. Había que inventar algo y fue como surgió la pica-pasto manual.
Sorprendente esta máquina de uso múltiple pues la mesa donde está enclavada también puede usarse para otras labores de la casa. Solo basta con desprender el ‘cabezote’. Es genial: escritorio, comedor, amasadera, planchadero… Solo es cuestión de limpiarle las pucas del pasto para evitar la rasquiña en la piel.
Armando, como todos los comuneros y comuneras visitados, está dispuesto a enseñar la elaboración de esta máquina y a replicarla para el mejor disfrute de las labores de pastoreo. Todos los inventores visitados son maestros en tecnología en la educación propia que la comunidad reclama.
¿Que más nos espera? Más ascensos, más paisaje, más naturaleza, Más hombres y mujeres cuidando la Mama Kiwe, disfrutando de ella y pegados a ella en un solo pensamiento: wët wët fxi’zenxi.