Oiga, Mira, vea
Hace unos días, Juan Carlos Mira, presidente del gremio de los cañeros, Asocaña, dijo a través de la revista Semana que la liberación de la Madre Tierra es un mandato mal entendido. Tiene razón. Este joven, representante de la visión del desarrollo y de los ‘vencedores’, no ha entendido nada del asunto.
Lo primero que salta a la vista es que el club capitalista en Colombia tiene una alianza contra la liberación de la Madre Tierra. Ya en varios documentos anteriores el proceso de liberación de la MT ha contado cómo desde julio de 2017 el ejército, la agencia nacional de tierras, Asocaña, la revista Semana, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Uribe, Naranjo, la policía nacional, el ESMAD, Incauca, las águilas negras y otros miembros del club han tejido un horizonte de sucesos para crear la “tormenta perfecta” en el norte del Cauca. Su objetivo es doble: atacar en su corazón el sentido original de la liberación de la MT para construir una liberación light, su propia versión de la liberación, y debilitar a punta de guerra y mensajes mediáticos -que rememoran la ideología de la Conquista- el proceso de liberación de la MT hasta arrinconarlo para finalmente ofrecerle una migaja.
Dice Mira que liberar la MT es “cambiar prácticas agrícolas por unas más sostenibles y amigables con la naturaleza, es sembrar comida y no cultivos ilícitos, es proteger los recursos naturales sin renunciar al desarrollo…Eso es liberación, es proteger la tierra para las generaciones futuras”. Entra embarrándola este joven, pues el “desarrollo” contradice la protección de los “recursos naturales”. El desarrollo se aprovecha de la Tierra, requiere de „recursos naturales“, mano de obra y una ideología que lo sustente. Justo lo que pasa en el norte del Cauca, lo cual defiende Mira: tierra esclavizada, gente en condiciones de esclavitud, el cien por ciento de los ojos de agua, quebradas y ríos al servicio de la caña y el argumento de que todo esto es bueno porque es desarrollo.
Según Mira, las tierras de las comunidades del norte del Cauca se dedican en gran medida a cultivos ilícitos, lo que le resta puntos a la liberación de la MT. Mentiras con pretensión de verdad. Si bien es cierto que en el territorio hay presencia de cultivos de uso ilícito, son minoritarios. Eso sí, nos causan problemas, pero la causa de fondo es que el sistema financiero mundial engrasa y sostiene su maquinaria con dineros del narcotráfico. Para ir a la raíz, liberamos la Tierra para liberarnos del sistema financiero mundial.
Agrega este joven que las comunidades indígenas solo aprovechan el 10% de estas tierras. Al ojo pareciera cierto, pero ya nos dijo un piloto -o un extraterrestre que visitó la Tierra- que lo esencial es invisible a los ojos. Solo el 18% de estas tierras son aptas para actividades agropecuarias, pero el impacto de la no tenencia de tierra es tal que la gente se ve obligada a ocupar espacios de vocación forestal. Aun así, el territorio indígena del norte del Cauca genera el agua que riega los cultivos de caña que Mira representa y defiende. Pasando rápido se ve muchos lotes enrastrojados, lo cual hace parte del principio de dejar descansar la tierra, cosa que la industria cañera no hace desde la época de los primeros ingenios azucareros. Son esos rastrojos y esos montes los que hacen brotar el agua.
Y la perla: afirma Mira que “Este grupo indígena (las liberadoras y liberadores de la MT), lo que quiere es apropiarse de tierras de propiedad privada, con títulos incuestionables, en donde no ha habido despojos ni usurpación de propiedades a etnias o a grupos sociales“. Mira representa la versión de los vencedores. Héctor Mondragón hace un rastreo de la tenencia de tierra en el valle geográfico del río Cauca y lo que encuentra es que para que los actuales poseedores de la tierra plana se hicieran a ella fue necesaria una cadena de despojos: de los encomenderos a los jesuitas, de los jesuitas a los gamonales, de los grandes hacendados esclavistas a los Eder, a los Caidedo, los Cabal, los Hurtado Holguín, los Garcés, los Sarmiento. Ya en el siglo XX, la gran cosecha a favor de los ingenios azucareros se produjo durante La Violencia. En Colombia, entre el 1946 y el 1958, dos millones de personas fueron desplazadas del campo, quienes perdieron 350 mil fincas. En el Valle del Cauca medio millón de personas perdieron 98 mil fincas. Los ingenios azucareros cosecharon no solo tierra sino, y sobre todo, mano de obra barata para la producción de azúcar y gente en las ciudades despojada de tierra y necesitada de azúcar y panela. Ardila Lule entra al negocio y termina por controlar el mercado del azúcar y posteriormente el negocio de los agrocombustibles, subsidiado con dineros públicos. (Ver nota de Mondragón)
Oiga, Mira, vea: Si no hubo despojo, podría responder esto: ¿a quién le compraron la tierra los primeros compradores de tierra en el valle geográfico del río Cauca, en el siglo XVI? ¿A quién le pagaron el valor de esas tierras y en qué moneda fue el pago? ¿Los actuales ‘dueños’ a quién le compraron las haciendas sin mancharse las manos de sangre? La historia de la caña en el valle del río Cauca es una historia de despojo y usurpación.
La liberación de la Madre Tierra es también, por supuesto, recuperar nuestras tierras, despojadas y usurpadas por una cadena de ladrones que cerraron los ojos ante cada vendedor, por siglos. Como quien compra una moto robada y luego la vende y quien la compra la vuelve a vender y al cuarto eslabón de la compraventa ya la historia del robo ha quedado en el olvido. Nosotros, nosotras no olvidamos. Las tierras que ocupa la liberación de la MT en el norte del Cauca son territorios ancestrales y es un tema reconocido por el derecho internacional.
Sin embargo, no se trata solo de recuperar las tierras ancestrales, que el oligopolio de la caña pretende para extender su negocio de los agrocombustibles para seguir generando “desarrollo”. Ahí está el punto. La tierra del norte del Cauca, la Madre Tierra, está esclavizada en manos del modelo de desarrollo capitalista. Es justamente contra ese modelo que se levantan las comunidades que liberan la Madre Tierra.
El primer paso de la liberación es cortar la caña para sembrar comida. Un cambio de paradigma. El segundo paso será consecuencia del primero: restablecer la armonía de Uma Kiwe. Dicho en palabras técnicas: restablecer naturalmente los ecosistemas de bosque tropical y bosque andino. Para que Mira y su familia puedan beber agua y respirar aire. El tercero será consecuencia del segundo: detener el cambio climático. “Mitigar”, “adaptarse”, consigna de los desarrollistas (y muchos ecologistas), no es la nuestra. Es necesario detenerlo, única garantía de que la Tierra dure hasta que se apague El Sol (dentro de cinco mil millones de años). El cuarto será causa y consecuencia del tercero, segundo y primero: cambiar el modelo de desarrollo para cambiar el modelo capitalista. ¿Una utopía? Vengan a las aldeas de la liberación y verán que no le apostamos a un ‘lugar que no se sabe dónde está’: tenemos memoria. Y así es fácil saber para dónde vamos.
Proceso de liberación de la Madre Tierra
Pueblo nasa, norte del Cauca, Colombia.