22 de abril: A liberar la Madre Tierra
Este 22 de abril se celebra a nivel mundial el día de la Tierra. Hace unos meses el proceso de liberación de la Madre Tierra desde el norte del Cauca pronunció su palabra « Libertad y alegría con Uma Kiwe ». A propósito de esta fecha retomamos esa palabra para decir « cómo vemos la cosa hoy en día », pedacito de aquel documento.
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Cómo vemos la cosa hoy en día
Pedacito del documento Libertad y alegría con Uma Kiwe (Madre Tierra), del proceso de liberación de la Madre Tierra que adelantan comunidades del pueblo nasa en el norte del Cauca, Colombia. Hace dos años, las comunidades entraron en fincas de la agroindustria cañera, un engranaje del encadenamiento productivo mundial, nervio sensible del capitalismo: una pedrada a Goliat en la frente.
Goliat no ha caído, sigue en pie. Apenas se tambalea. La sorpresa del ataque lo ha dejado entumido y en el silencio y la quietud mastica su odio infinito, la trama de lo que vendrá como venganza y reprimenda. Que partan al Cauca en dos, dijo una de sus voceras, una para los indios y otra para los buenos. Que acaben con los indios, el gran estorbo, dicen muchos.
Este Goliat es uno y muchos al tiempo. Es Incauca y el resto de ingenios, es el establecimiento, el poder económico y político de Colombia; es el aparato militar y paramilitar; es el sistema financiero colombiano y mundial. Es la sociedad patriarcal. Todo lo mismo, todo el pretendido único pensamiento que hoy aplasta al mundo. Viene desde la primera arremetida, la Conquista. Nuestra pelea sigue siendo contra los conquistadores de nuestras tierras. Goliat sigue en pie y se va a defender como un animal herido. Porque herido está. Y con odio, y con desprecio y asco por nosotros.
El poder que nos conquistó nos sigue conquistado. El terraje no ha terminado. Ahora todos los pueblos somos terrajeros a una nueva modalidad: jornaleros, esclavos con sueldo de patrones que no vemos, que se esconden detrás de oficinas de cristal en lugares lejanos del mundo, protegidos por escudos tecnológicos y anillos de seguridad del aparato militar mundial, desde donde engordan sus ganancias.
Así, dominan, esclavizan y torturan la Tierra y la gente. Administran el dolor. Reparten territorios, encadenan y programan la producción, reparten porciones de población según sus necesidades, como si fueran pasteles de sus banquetes. La que sobra, sobra. La hidra que todo lo controla, como dice la familia zapatista. Crea guerras para ir desplazando, asustando y controlando y robando. La tormenta. El teatro de operaciones a escala mundial. La guerra contra Uma Kiwe en su ofensiva final:
« Vienen a raspar la olla. Y lo que hay en el culo de la gran paila no es nada despreciable: oro, petroleo, muchos minerales, gas, agua, oxígeno, biodiversidad. Es mucho pero es lo último. Es tanto que se les abre… de la codicia, es tanto que reventará sus cuentas bancarias. Pero es lo último. Es su cuenta bancaria o la vida. Es cumplir el placer de su codicia o la vida como la conocemos. Pues sepan que la Madre Tierra no va a aguantar el tramacazo ».
Así, dominan, esclavizan y torturan la Tierra y la gente. Administran el dolor. Reparten territorios, encadenan y programan la producción, reparten porciones de población según sus necesidades, como si fueran pasteles de sus banquetes. La que sobra, sobra.
En Colombia está claro: vienen a hacer la fiesta en paz, como dijo un mayorcito cabecirrucio. Es el inicio de una nueva etapa de violencia. Ahora le declaran la guerra al medio ambiente, dice el hombre.
Este sistema con todo su poder y marrullas nos fue arrinconando y apretando el cuello. No se contenta con convertirnos nuevamente a jornaleros-terrajeros-esclavos sino que nos explota al extremo. Arrinconados entre la caña y el páramo, entre el plan y la montaña, sometidos a formas de reducción, apretados en nuestra propia tierra, nos obliga a tomar partido, a resolver pronto y fácil. Así aquí, así allá, así más allá. El norte del Cauca es apenas una muestra del mundo.
A esta apretazón, unos han buscado acomodo, un mejor lugar, una zona más cómoda en la cual terminar de pasar el resto de la vida, probando las pocas gotas de miel que caen de la mesa del patrón. “Hay que ser estratégicos, hay que aprovechar esos recursos”, dicen. Boquisabrosos, dijo una mayora nasa.
En este contexto, en este cruce de caminos de la historia, hay un reagrupamiento, un reacomode de las fuerzas y los movimientos. Las placas se sacuden y hay terremotos. En medio de la tormenta, en medio de la apretazón a que nos han sometido, la gente organizada, los movimientos toman posición.
Unos quieren tomarse el Estado por la vía electoral. Pero el progresismo llegó a su techo y viene de regreso. Y cómo no si en medio de la tormenta pactaron con los patrones la entrega de gente y territorios.
Otros movimientos, al no poder tomárselo, pactan con el Estado un trato de buen entendimiento a partir del reconocimiento de derechos, que más bien son migajas, goticas de miel. El resultado de ese amaño (noviazgo), con galanteo y caramelos, es la institucionalización de los movimientos. Mejor dicho, el adormecimiento de la tradición de lucha. De este modo, muchos movimientos dieron el paso y se casaron con el Estado. Conversión a lo que siempre hemos enfrentado. Hicieron un nido dentro del capitalismo con el ropaje y el discurso de los tiempos de lucha.
Pero hay una ofensiva desde abajo. Muchos pueblos, comunidades, grupos han tomado la iniciativa, se organizan, recuperan fábricas, toman fincas y carreteras, liberan territorios, derrotan leyes a pulso, fundan caracoles, se le enfrentan al monstruo electoral para desnudarlo, enfrentan poderosos ejércitos y los derrotan, frenan oscuras serpientes destructoras, siembran miles de parcelas de comida sana, protegen las semillas, abren escuelas alternas, resguardan bosques, defienden el agua, liberan las ondas y el internet… La ofensiva desde abajo desconcierta a la ofensiva desde arriba.
Y así aparecemos en escena. La liberación de la Madre Tierra no es un nido dentro del Estado ni dentro del capitalismo. Liberamos la Tierra del capitalismo, nos liberamos nosotros mismos, para volver al tiempo en el que simplemente gozamos la vida comiendo, bebiendo, danzando, tejiendo, ofrendando al ritmo de Uma Kiwe. Somos un nido en el camino de la Madre Tierra.
Del rincón de la historia en el que nos han apretado, saltamos al centro y nos levantamos ante el poderío mundial económico, político, militar. Es un acto de pura naturalidad, como la acción bélica de La Gaitana y sus guerreros. Una lectura desde del contexto mundial que no nos deja otra opción. Por la vida arriesgamos nuestra vida. Para que todos los seres seamos, arriesgamos nuestro ser.