El peligro de la ONG-ización de la resistencia
Arhundati Roy es una escritora y activista de la india nacida en Shillong, en el estado de Meghalaya en 1961. Ganó el Premio Booker en 1997 por su primera novela, El dios de las pequeñas cosas, la cual se volvió rápidamente el libro más vendido por una autora india no expatriada.
También es reconocida por su lucha política en contra del imperialismo, del neoliberalismo y de la globalización, y por su compromiso con la defensa de la naturaleza frente a los megaproyectos extractivistas.
A continuación les compartimos una traducción de una conferencia que dio en San Francisco, California, el 16 de agosto de 2004 acerca del efecto destructor de las ONGs en los movimientos de resistencia.
Otro peligro que amenaza a los movimientos de masas es la ONG-ización de la resistencia. Será fácil distorsionar lo que voy a decir para que parezca una acusación a todas las ONG. Eso sería falso. En las sucias aguas de las ONG de pega montadas para chupar subvenciones o eludir impuestos (en estados como Bihar se regalan como dote) también existen ONG que realizan labores valiosas. Pero es importante observar el fenómeno de las ONG en un contexto político más amplio.
En la India, por ejemplo, el apogeo de las ONG subvencionadas comenzó a finales de los años 80 y en los 90, coincidiendo con la apertura de los mercados indios al neoliberalismo. En aquel momento, el estado indio, cumpliendo los requisitos del ajuste estructural correspondiente, estaba retirando su apoyo financiero al desarrollo rural, la agricultura, la energía, el transporte y la sanidad pública. A medida que el estado abdicaba su función tradicional las ONG se pusieron a trabajar en estas áreas específicas. La diferencia, evidentemente, es que los fondos que tienen a su disposición son una fracción minúscula del recorte que se realizó en el gasto público. La mayoría de las grandes ONG subvencionadas están financiadas y patrocinadas por las agencias de ayuda y desarrollo, que a su vez dependen para su financiación de los gobiernos occidentales, el Banco Mundial, la ONU y algunas corporaciones multinacionales. Aunque no sean exactamente las mismas agencias, siguen siendo parte del mismo mundillo político que supervisa el proyecto neoliberal y que exige el recorte drástico del gasto público.
¿Cuál es la razón por la que estas agencias financian a las ONG? ¿Podría ser a causa del anticuado afán misionero? ¿Será el sentido de culpabilidad? En realidad, es algo más que eso. Las ONG dan la impresión de estar llenando el vacío creado por el estado en retirada. Sí que lo hacen, pero de forma materialmente inconsecuente. Su contribución real es que por medio de ellas se descarga la rabia política y que reparten como asistencia o caridad lo que corresponde al pueblo por derecho.
Las ONG alteran la psique pública. Convierten a las personas en víctimas desvalidas y mellan las puntas de la resistencia política. Las ONG forman una especie de parachoques entre el “sarkar” y el “public”. Entre el imperio y sus súbditos. Se han convertido en árbitros, intérpretes, mediadores.
En última instancia, las ONG son responsables de sus acciones ante los que las financian, no ante las personas con las que trabajan. Son lo que llamarían los botánicos especies indicadoras.
Es como si, cuanto más devastación produzca el neoliberalismo, más ONG surgen.
No hay ilustración más pertinente que el fenómeno de EEUU preparándose a invadir un país y simultáneamente preparando a las ONG para que fueran a limpiar los despojos.
Con el fin de asegurarse la financiación y conseguir que los gobiernos de los países donde trabajan les permitan actuar, las ONG tienen que presentar su trabajo dentro de un marco superficial más o menos exento de contexto histórico o político. Por lo menos, de un contexto histórico o político inconveniente.
Las llamadas de socorro apolíticas (y, por lo tanto, extremadamente políticas en realidad) que envían los países pobres y las regiones en guerra acaban por formar una imagen en la que aquellas gentes (oscuras) de aquellos países (oscuros) aparecen como víctimas patológicas. Otro indio desnutrido más, otro etíope que se muere de hambre, otro campo de refugiados afganos, otro sudanés mutilado… todos los cuales necesitan la ayuda del hombre blanco. Estas imágenes refuerzan sin querer los estereotipos racistas y reafirman las hazañas, las comodidades y la compasión (“es todo por tu bien”) de la civilización occidental. Son los misioneros seglares del mundo moderno.
A la larga, a menor escala pero de una forma más traicionera, el capital de que disponen las ONG tiene la misma función en la política alternativa que el capital especulativo que entra y sale de las economías de los países pobres: empieza a dictar el orden del día, convierte el conflicto en negociación, despolitiza a la resistencia, interfiere con los movimientos populares locales que tradicionalmente se han mantenido por sí solos. Las ONG disponen de fondos para dar empleos a personas que, de no ser así, trabajarían en los movimientos de resistencia, pero que de esta manera sienten que están haciendo algo inmediata y creativamente bueno, y encima se ganan la vida. La auténtica resistencia política no tiene atajos de esos.
La ONG-ización de la política amenaza con hacer de la resistencia un trabajo cortés, razonable, con su salario y su jornada de 9 a 5, más algunos extras. La verdadera resistencia tiene consecuencias de verdad. Y no paga salarios.
Leer Texto completo traducido por María Fernández y revisado por Alfred Sola para ZNET.
por:avispa in Opinión