Punto para la liberación: el ejército ataca en Corinto, la liberación cosecha en La Emperatriz

Por Minga de comunicación.

Ayer, 16 de agosto, fue uno de esos días que muestran el día a día de la liberación. Empezó temprano. A las 3 de la mañana el ejército nacional de Colombia pasó por el Punto Dos de liberación, en Corinto, donde se libera la hacienda Miraflores, propiedad en el papel de Carlos Ardila Lule, empresario de las bebidas gaseosas, de los agrocombustibles, del fútbol, de medios de comunicación, de automóviles…

Hay en el Punto Dos, sobre la vía que atraviesa del Punto Uno hacia el Punto Tres, un puesto de control con guadua y rancho, pintados con los colores de la guardia indígena, rojo y verde. Llegó el ejército a destruir el plástico del rancho, calladitos para que nadie se enterara. Si por ellos fuera seguían destruyendo, tal vez su entrenamiento incluya esa parte. Los liberadores del Punto Dos, con ese oído que tienen como buenos liberadores, escucharon y salieron a defender el lugar. Por radio avisaron a los otros puntos y la gente se alistó para llegar a apoyar. Pero “se fueron pronto los solados, porque con nosotros la cosa es seria” ríe un liberador.

En la liberación los ataques son cosa de todos los días. El viernes pasado el ejército y el esmad (policía antidisturbios) atacó a la liberación en Canaima, una de las haciendas en vía de liberación. Allí la comunidad ya controla la situación, que consiste en no dejar crecer la caña que la agroindustria usa para azúcar y agrocombustibles. Usaba. A punta de poderosa (cauchera gigante) la gente expulsó a los ejércitos armados y luego celebró. El lunes salió Asocaña, que agrupa al gremio cañero, a decir que la liberación les causó daños al ingenio y al progreso de la región. Noticias que Asocaña usa para sembrar odios contra la liberación. En realidad el punto de liberación de Vista Hermosa estaba en labores artísticas, construyendo la manta-mural que representa la lucha de esa aldea, lucha que, viéndolo bien, causa daño al ingenio y al progreso de la región. Pero es que no hay opción, “progreso o Madre Tierra”. Un día el esmad, otro día el ejército, otro día asocaña, otro día rcn (canal radial y de tv de Ardila Lule), otro día la fiscalía, otro día… Así se turnan los ataques.

Entre el Cauca y el Valle, regiones de Colombia, al soroccidente, hay un valle natural que hasta hace dos siglos, un siglo, 50 años era un bosque tropical. Un mundanal de especies vegetales, animales, espirituales hacían vida y amor en ese bosque. Los abuelos o familiares de los actuales “dueños” iniciaron el despojo de las tierras para iniciar las plantaciones de caña hasta que el negocio llega a ser controlado por Ardila Lule en la segunda mitad del siglo veinte. 250.000 hectáreas sembradas de caña con mano de obra en condiciones de esclavitud. Hasta allí se cuenta la historia. A partir de 2005 empezamos a decir que también esa tierra está en condiciones de esclavitud, el agua que baja de la montaña y la de los 1800 pozos profundos usada 25 millones de litros por segundo, está en condiciones de esclavitud; el páramo, encargado de la regulación del ciclo en la región, está en condiciones de esclavitud; la culebra verde, guardiana de los ojos de agua, está en las mismas; y así, el árbol de nacedero, el yarumo, el duende, la patasola, el frailejón, doña Ruperta, Pelegrino: toda la vida al servicio de fabricar dinero para aumentar cifras en cuentas bancarias. Y a partir de ahí empezamos a decir: libertad para la Madre Tierra. Y a hacerla, porque fácil es decir, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.

La liberación dice siempre que “cortamos caña para sembrar comida”. Esa es una forma de liberar la Tierra Madre. Otra es dejando que le crezca el monte. Porque la Tierra tiene memoria: si se tumba la caña y se deja crecer el monte en 25 años al bosque tropical se le volverá a ver la sonrisa.

Mientras tanto la sonrisa aparece en los rostros de los puntos de liberación. Ayer el punto (aldea) de liberación de La Emperatriz cosechó el maíz sembrado hace cuatro meses. “Es la cuarta cosecha seguida” dice un liberador con un rostro de orgullo que no le cabe en la cara. Suda mientras recoge el maíz que otras liberadoras y liberadores van descascarando. “Los ricos creen que atacándonos en Corinto con el ejército nos vamos a asustar. En Corinto atacaron, acá cosechamos maíz”.

No es un triunfo sencillo. La alegría de la cosecha es mesurada, sobria. Pero se siente la alegría que brota de adentro, se nota una fuerza que hace templar la piel al ir recogiendo las mazorcas amarillas y echarlas en la estopa. Unas mazorcas son de amarillo suave, otras tirando a rojo: la sangre de siete liberadores asesinados vuelve a brotar en cada cosecha.  Siete son los liberadores asesinados por el estado colombiano. Pasan de siete las cosechas en cada punto de liberación.

“Aunque nos maten no hay que asustarse. Este gobierno no piensa nada bueno, unidos vamos a vencer. Hace 520 años que nos sabotean, nos roban, el estado no puede decir que nos da tierra, nos tiene que devolver la tierra. Pensarán que vamos a salir corriendo con la amenaza (de las águilas negras) pero no, acá vamos a seguir”. Y sigue echando mazorcas en la estopa.

Ayer en La Emperatriz estuvieron presentes: Belisario, Lorenzo, Guillermo, Javier, Daniel Felipe, Héctor y Ramón. Van en la estopa que el liberador lleva hacia el punto de acopio.

“Como tienen poder y armas se sienten valientes nos amenazan, nosotros sin armas, con pensamiento y ideas nos toca luchar”. Sembrar y cosechar. Punto para la liberación.

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