La siembra de Javier Oteca: está de luto nuestra historia

Por Minga de comunicación

El cielo está oscuro la mañana del sábado 25 de marzo. Al momento de su siembra, el cielo deja caer una ligera lluvia que cesa cuando terminan de taparlo. ¿Una lágrima? ¿Un riego? Un gesto de Uma Kiwe a la hora de recibir a un hijo que murió luchando por ella. De ese modo, Javier Oteca regresa al vientre de la Madre Tierra en medio de comunidades de distintas veredas de Corinto y delegaciones del norte del Cauca que llegaron hasta la vereda La Esmeralda para acompañarlo en la hora de partida a otro espacio.

 

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El jueves 23 de marzo, el parque principal de Corinto, Cauca, en el suroccidente de Colombia, no se tiñó de los colores patrios para ver el partido de fútbol entre Colombia y Bolivia, este lugar se coloreó de rojo y verde, colores que representan para el Pueblo Nasa del Cauca la fuerza de la vida.

Aquí llegaron las liberadoras y los liberadores de la Madre Tierra para acompañar la audiencia pública por el asesinato de Javier Oteca. En sus manos llevan, algunos, bastones de mando, algunas, tejidos; en sus corazones, el compromiso guardado de ver la Tierra libre, liberándola, la palabra empeñada de no salir de las fincas donde se está dando la lucha por la liberación de la Madre Tierra.

En sus rostros las tristezas (eran muchas tristezas reunidas en un solo lugar) eran inevitables y con ellas la rabia que también les invadía: “Cuando la sangre de un indio se riega, los indios nos paramos de frente con más fuerza”. Y es que no es fácil para el Pueblo Nasa repetir siempre la misma historia, el asesinato de un hermano, amigo, compañero y defensor de la vida como fue Javier Oteca. “Esta semana hubo muchos truenos, el abuelo nos estaba anunciando tiempos difíciles; el día que asesinaron a Javier, amaneció muy triste el tiempo” asegura una liberadora. Efectivamente la naturaleza comunicó que manos criminales se acercaban para segar la vida de uno de los defensores del territorio.

Allí, sentados en las raíces de los inmensos árboles que cubren el parque, ellos y ellas miran cómo Javier es bajado de un carro fúnebre dentro de un ataúd. La guardia indígena que acordona el lugar se acomoda en calle de honor para recibir al liberador. Las demás personas que hacen presencia en el lugar se colocan de pie y empiezan a entonar el himno del Pueblo Nasa.

La lluvia, acompañada por la brisa, tumba las hojas de los árboles, hojas que van cayendo en medio de los vivas de la gente, que grita el nombre de Javier. Pareciera que las hojas que trae el viento fueran fuerza al espíritu de la comunidad presente. Y es que el Pueblo Nasa enseña que mientras más dura sea la realidad más fuerte debe ser la lucha.

Liberar la Madre Tierra no es un capricho de Javier, es un acto ceremonial, es un acto espiritual, su sueño es devolverle a la Tierra un vientre descontaminado donde todo pueda convivir

Por sobre el discurso de las entidades del gobierno y los organismos de los derechos humanos, algunas mujeres tejen la cuetandera. En sus mochilas escriben la historia que llevan en su memoria, pero también tejen su rebeldía y el luto que penetra hasta sus vientres. Pues para los y las Nasas la cuetandera es la mochila donde se guarda la semilla, es el vientre de la mujer donde se siembra la semilla, es aquí donde germina la vida y fue aquí en esta du´ Yaja (mochila de parir ) donde empezó la vida de Javier Oteca.

Es por eso que la vida de un Nasa está ligada al tejido; su vínculo permite que los Nasas sientan el territorio. Liberar la Madre Tierra no es un capricho de Javier, es un acto ceremonial, es un acto espiritual, su sueño es devolverle a la Tierra un vientre descontaminado donde todo pueda convivir: los cerros, el río, los animales, las plantas, el aire, las personas con sus costumbres y con sus recuerdos.

El tiempo transcurre y la guardia indígena, como buena cuidadora de la vida, sigue protegiendo el lugar. Junto a ellos está la familia de Javier y los liberadores, las liberadoras. Su presencia en el lugar no es para pedir la firma de un acuerdo más con el gobierno, pues esto sería irrespetar la memoria de Javier. En silencio gritan que Javier ha sido asesinado por Incauca y por el gobierno colombiano.

Los y las libradoras no creen que la justicia llegue solo con la reforma agraria. Al contrario, con ella puede -no siempre- llegar la injusticia a la Madre Tierra, pues con la reforma la Tierra no es vista como un ser vivo que siente y que llora cuando se explota económicamente, que sufre cuando se vende y se compra, que grita cuando se investiga científicamente. La justicia llega cuando se tiene un profundo respeto por la vida y con la vida por la Tierra, pues en ella está todo lo que se necesita para vivir.

El evento continúa dando la palabra a cada una de las autoridades: “Está es la paz que nos ofrece el gobierno de Juan Manuel Santos, nos hacía creer que aquí el problema era la guerrilla, pero nos damos cuenta que el problema es el modelo de desarrollo que beneficia a unos cuantos” afirma una de las autoridades indígenas.

Pues es como paradójico que en un territorio donde se habla de promesas y acuerdos de paz se continúe matando la vida; en el lugar donde asesinan a Javier hay un batallón del ejército nacional de Colombia, también a 10 kilómetros está una zona veredal de concentración, lugares que tanto pregona el gobierno colombiano. Además, dos batallones de alta montaña “custodian” este territorio. Sin embargo, o por eso, para los pueblos de esta región no hay cómo dar un paso seguro.

Las pancartas alzan la voz: “En mi sangre habita una historia familiar, ancestral, cósmica y humana que debo sembrar, pero hoy las multinacionales con balas nos quieren callar”, era el mensaje de uno de los carteles que había en el lugar.

Este día se vistió de gris, el sol no quiso salir y el arco (iris) se mostró más enojado que de costumbre, “el día está triste también y hay mucha desarmonización” dijo una mayora.

Otra vez la memoria de los Nasas se teje con dolor, nuestra historia está de luto, pero con seguridad estas semillas que reposan en las manos de quienes liberan la Madre Tierra, jamás olvidarán que en esta tierra hubo dolor y llanto. Será este suelo que los y las llene de fuerza para seguir descontaminando el vientre de Uma Kiwe.

La gente está atenta de lo que anuncie la naturaleza. Ahora se observa una imagen en el cielo, desde el lado derecho, una luz de esperanza de una grieta entre las nubes, vestida de colores vivos, la gente alza la mirada para presenciar la belleza natural que los visita en ese momento: “Nos están abriendo el camino y es un camino esperanzador para la comunidad”.

La liberación de la Madre Tierra se convierte en una esperanza de vida para el planeta, ya que la Tierra no es solo un pedazo de loma que da comida o un recurso que da dinero, como piensa el latifundista; para los Nasas en la Tierra está el secreto de la vida es allí donde se teje la vida, es allí donde está la raíz de la vida.

Llega la tarde y el cuerpo de Javier es llevado hacia la montaña, hasta donde está sembrado su ombligo, Santa Elena se llama su vereda. Aquí, esta tierra que lo parió espera muy paciente la llegada de su mamá, que andaba lejos. No hay afán de sembrar a Javier, así como no hay afán de negociar o hacer acuerdos. Despacio y mambiando seguirán las mingas, cortando la caña y sembrando comida. Como diría el pueblo zapatista “vamos despacio, porque vamos lejos”.

Pasos que es necesario andar usando la malicia y siendo ariscos pues no faltarán los coqueteos que ofrecerá el gobierno y los industriales para que “dejen avanzar el desarrollo”.