Minga de justicia: “Cada vez que nos asesinen a uno, vamos a tomar una finca más”

Hoy, 27 de junio, Sek brilla y calienta. Brilla como las hojas de nuestros machetes afilados, y calienta nuestros hombros. El sudor ya está goteando. Son las 9am y estamos regados entre los surcos de caña, dándole duro al corte en la hacienda que llaman San Luis Abajo.

Hoy es día de minga de corte. La primera de esta nueva vuelta al sol. De la Empera, la Albania, Corinto y del Carmelo nos habíamos encontrado a las 8am en la cocina del punto de liberación de Vista Hermosa, donde las ollas calientes nos reciben con un desayuno sabrosito. Y nos vamos al corte, los más valientes caminando, los demás apretaditos en las motos, casi hasta el ingenio Río Paila – Castilla, ¡qué dijeron!

Los brazos van al ritmo del pulso de la Tierra. Las miradas fijas escrutan con determinación el horizonte. Más pa’ abajo, siempre más pa’ abajo. De aquí hacia el Valle y la gente de Cali que se venga de allá para acá y nos encontramos en la mitad.

El sudor sigue goteando. Gotea sobre la tierra, que absorbe este sudor, tal como absorbió la sangre de varios compañeros caídos en la lucha. Y al absorberla, se nutre de ella y se fortalece. Si estamos aquí hoy, todas y todos reunidos, es para hacer justicia. Justicia para la Madre Tierra y para los que dieron su vida por ella.

En este mismo lugar, hace 20 días, los brazos armados del gobierno y de la agroindustria cañera asesinaron a Jeferson Tróchez, un liberador de 17 años. Como lo hemos dicho después de cada acto de crueldad del Estado, no nos dejamos debilitar, no nos dejamos vencer por el dolor, si no que este dolor nos da más fuerza y más determinación para seguir liberando. “Es un impulso más de fuerza en nuestros corazones para no tener más miedo.”
No queremos hacer justicia con rabia, no queremos reproducir las lógicas del sistema, nosotros hacemos justicia desde el amor por la Madre Tierra. Y hoy, en nuestros corazones, sentimos que a cada machetazo estamos dando vida a nuestros hermanos vueltos a la Tierra, estamos liberándola, haciendo un paso más frente a Goliat.

Aquí firmes de todos los puntos, altotes, bajitos, flaquitas, gorditos, morenitos, trigueñitas y hasta blanquitos, sentimos crecer la fuerza desde adentro.

Si pensaban debilitarnos con el asesinato de un hermano, si pensaban dividirnos, una vez más, se equivocaron. El día de la siembra de Jeferson, su papá llamó con emoción a toda la comunidad a seguir unida, más unida que nunca, frente a los ataques del gobierno. Llamó a que comunidades afro, campesina, indígena siguiéramos liberando la Madre Tierra y liberándonos en un solo grito.

Y así es que lo estamos haciendo hoy.

“La unión hace la fuerza. No nos vamos a dejar vencer, seguiremos siendo la piedra en el zapato del gobierno y de la industria de la caña. Con nosotros no pueden y nunca van a poder” dice una liberadora con firmeza. “Cada vez que nos asesinen a uno, vamos a tomar una finca más.” Y seguiremos con esta determinación hasta encontrarnos con los del Valle. Sabemos que hay mucho más procesos en pie de lucha y les invitamos a que se unan, porque sabemos que somos uno solo.

Y siguen los machetazos.

“A mí no me rinde” dice una compañera en un soplo, mirando sus manos que ya dejan ver las marcas de unas ampollitas. “Lo que cuenta no es que te rinda, lo que cuenta es que sientas amor por la Liberación”, le contesta un compañero liberador con una gran sonrisa.

Y lo más bonito es que si a uno solito no le rinde mucho, a todos nosotros, sí nos rindió. “Lo logramos. Cruzamos límites” dice orgullosa una liberadora. Desde la finca de Vista Hermosa de dónde salimos, hemos liberado unas cuantas hectareas, hasta hacerle cosquillas en la nariz al ingenio Río Paila -Castilla. Hemos tocado las fincas de Ukrania, San Luis Abajo, Huasano, y llegamos a saludar hasta el sitio conocido como el Tetillo.

Entre los zurcos de caña que vamos liberando, al momento menos pensado aparece la poma de chicha que nos refresca la garganta y nos da ánimo para seguir debajo del sol picante. Ésta no puede faltar.

Pero Sek, ya bien alto en el cielo, nos recuerda que está llegando la hora del almuerzo. Porque, no hay que decirlo muy duro, pero todos sabemos que el secreto de esta berraquera es el compartir de la comida.

Nos amontonamos alegremente en la nueva cocina, y nos juntamos alrededor de las ollas llenitas puestas en el fogón. Viendo estos montones de plátanos verdes y maduros, los pedazos de carne que se van repartiendo, y las sonrisas que provocan, volvemos a pensar en la Marcha de la comida y el mensaje que se compartió. “Liberar para que vuelva la abundancia”. Hoy sí hay abundancia -¡hasta para repetir tres platados que nos mandamos!- y cuando hay abundancia hay amor al compartir, hay hermandad.

Hoy damos una muestra más de que estamos resitiendo, resisitendo cortando caña y sembrando comida. “Hemos comido yuca, plátano y hasta vaca el día de hoy” cuenta un liberador. La res que se sacrificó para el día de hoy nos alimenta con generosidad.

Mirando a la bimba y sus bimbitos que están aquí comiendo con nosotros, no podemos negar que comida rima con vida.

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