Cuarto día: mote para seguir liberando

Por Minga de comunicación.

Cuarto día, 11 de agosto. Como todos los días de este este Encuentro, de buen vivir en tierrita liberada, el movimiento comenzó en la cocina. No había salido el Sol todavía y algunas personas ya se despedían, la ciudad amenaza con sus tiempos que no se entienden, que se enredan en sí mismos… Y así y todo, las mayoras decían: Nadie puede aguantar hambre, que la gente se vaya con la barriga contenta. Y sin que el Sol hubiera dicho algo aparecieron masitas y café, aprendizajes, promesas y la certeza de que al menos entre esas 40 personas que se subían a un bus, una hectárea de caña se tumbó.

El Sol se asomó cuando ya se sentía de nuevo la alegría de panzas llenitas de amor en forma de yuca, carne y café, del kwesx, del nuestro. Por los parlantes empezaba el llamado a los procesos solidarios de las ciudades que hicieron posible la Segunda Marcha de la comida. Ahí nos vimos los compas del PLUK, de Cali, Medellín, Bogotá y Manizales, Popayán, Tunja y Armenia. La reunión fue breve. En el cambuche principal los corazones se llenaron de alegría recordando lo vivido en mayo. Hoy ya ese plátano que llegó a los barrios se hizo sancocho y se escurrió por las barrigas, pero quedo la semilla de un tejido de muchos hilos que resisten para que la vida surja desde las grietas de este sistema, que entre luces y bulla, se revuelca. Y la buena nueva: La liberación retorna en próximos meses a los territorios en las ciudades, esta yaja (mochila) se sigue tejiendo, la mochila que recoge los sueños de la gente que le tira pedradas a la cabeza de la hidra, chilla la hidra, mata la hidra pero los pueblos que nos tejemos en la yaja somos invencibles si lo queremos.

Es agosto hay sol picando y viento soplando. Así nos fuimos esparciendo y cada quien cogió pa su cambuche a continuar la charla pendiente y redondear los aprendizajes, sentires, palabritas, ideas y pensamientos que se mascaron y se fueron organizando. En cada cambuche se charla mientras se teje y se va escribiendo la palabra conjunta que se va a llevar, que se va a poner en los sentires de las personas que estuvieron en otros cambuches y se compartirán en la segunda montonera o plenaria, que llaman.

El llamado se hizo escuchar desde el cambuche principal, la voz de un liberador nos convoca a reunirnos para estar otra vez en montoneera bajo el mismo techo. Cada cambuche relató a su manera: las niñas y niños felices nos contaron cómo ellos también liberan cuando generan sus propios vínculos con el territorio. Recorrieron el punto de liberación y visitaron los lugares que más les gusta: la quebrada pa jugar y ver a los wedx (peces), la cocina pa comer, la siembra pa ayudar a despertar la semilla y donde ven a los más grandes pelear cuando toca pelear, pa ir aprendiendo a defender el territorio.

La gente de comunicación nos habló de cómo la acción comunicativa atraviesa la vida de todos, lo espiritual, el trabajo, la minga y se vuelve también acción de resistencia, no para el alcance masivo y fugaz, sino útil como insumo para los procesos. Los artistas abrieron su corazón y se pusieron al servicio de Uma Kiwe. Nos hablaron de cómo sus creaciones deben ser cocreaciones con la Madre Tierra. El arte no es solo la música, la pintura, es un arte la siembra, la hechura de la casa, poner los sabores en la cocina…

Los sembradores de la semilla para que surja el alimento, el cambuche de agriculturas, nos hablaron de cómo las plantas también están vivas y por eso la importancia de la ofrenda y el ritual para armonizar el tul (huerto). La vuelta al wët wët fxi’zenxi (buen vivir) pasa por las tripas y aún nos espera un largo proceso educativo en donde recuperemos todas nuestras semillas y así mismito toda nuestra fuerza. La gente que le camella a los procesos de formación, otro cambuche, nos habló de cómo la verdadera educación está en lo sencillo, en el hacer, en la lucha misma, también los compartires entre procesos nos alimentan para un caminar más conciente y coherente. ¡Tenemos que encontrarnos más!

Los que se piensan las economías propias nos hablaron de cómo los intercambios entre pueblos y luchas deben partir del buen vivir de todos, para lo cual es necesario recuperar la tierra y los arraigos a ella, en donde la autonomía se llame alimentación propia, se llame yu’ (agua) para todos los seres e intercambio entre comunidades basados en la solidaridad, el respeto a Uma Kiwe y organizándonos desde adentro.

Y así fueron pasando hasta que llegó el turno de las mayoras que nos venían a hablar del cambuche de la cocina, nos dijeron que este cambuche se tenía que saborear allá cerquita al fogón. También pa que estuviéramos ahí sí todas. Muchas veces nos pasa que cuando nos encontramos, todos esos saberes no se alcanzan a oír en la cocina, nos olvidamos que el punto de encuentro más universal ES LA COCINA. Así que nos fuimos pa’llá, las ollas y fondos oliendo y deshaciendo los estómagos. Olía a mote, que se estaba ablandando desde la noche anterior, la gente de la cocina habló preciso: no hay liberación sin fogón, saboreen la comida que nos libera, el remedio hecho mote, un alimento que debe invitar a tomar una bocanada de aire, a hacer un homenaje, no solo de los hermanos sembrados, sino a los que vienen, una invitación a agradecer en silencio a esas manos y a esos frutos convertidos en alimentos, entregados como ofrenda a nuestros Ksxaw (espíritus), nuestras mayoras y mayores.

Pero todavía había que esperar otro poquito, aunque algunos con el estómago estrujado ya cuchareaban. Los liberadores pusieron las últimas palabras:

¿Y qué sigue? Muchos encuentros vendrán en cada uno de los territorios. La liberación estará visitando en las ciudades pa aprender y compartir.

Volveremos a vernos en minga ya no solo pa seguir tumbando caña, sino también pa sembrar monte y proteger los ojitos de agua que tanta vida nos dan.

Y un compromiso más: nos vemos el próximo año en La Empera para el cuarto Encuentro Internacional de Liberadoras y Liberadores. Así que no guarde el machete compa.

 

Pasadas las emociones ahí alrededor del fogón, porque ya como que no quisimos despegarnos más, de ahí a un rato se organizaron todas las personas que tenían cosas pa truquear: aquí un huevito criollo se transformó en poema, humanos en aves dispensadoras de todas las semillas que andaban, los libros en chumbes y el maíz vivo en dibujos y laminitas… y así, entre trueques, regalos y bonitos tratos se fue la tarde y llegó la última noche. ¡Qué noche!

-“¿Qué tal le parece el hotel cinco estrellas?”, pregunta el mayor con la cara color tierra nasa, Liberador de acá de La Albania.

-“Mil estrellas, dirá”, le responde la visitante que sabe que llegando a su ciudad los edificios y las luces artificiales poco dejan ver las estrellas y que por allá en la ciudad usted no sabe de dónde viene lo que se come la mayoría de veces.

A´te está casi llena, nos alumbra mientras la noche mágica va empezando, obra de teatro, música, baile, más promesas de volver a verse y en el corazón una alegría inmensa de sentir que nos vamos pa nuestros territorios, a seguir liberando Uma Kiwe inspirados por el üus (corazón) nasa. Nos queda la noche y los sonidos de la vida. Risas, bailes, chirro bajando por el gualgüero. Una ranchera nasa que dice:

Liberan las vacas, también las abejas;

liberan arbustos y hasta las bacterias.

Seres de la vida: no soy su patrón:

soy un comunero, un liberador.

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