El sujeto de la revolución es una sujeta: La Madre Tierra liberándose
(Aparte de la convocatoria al Tercer Encuentro internancional de liberadoras y liberadores de la Madre Tierra).
Hermanas, hermanos, parces, amistades, panas de Abya Yala y del mundo:
Si vieran que saboreando todavía lo que ha sido la Marcha de la comida, entre sien y sien se nos atraviesa una pregunta: ¿para qué luchamos?, ¿cuál es el alcance de nuestra lucha?
Es que los últimos meses han sido de movilización permanente en toda Colombia. Como Proceso de liberación siempre estamos atentas, atentos. Nos preguntan con frencuencia, ¿ustedes, no se van a movilizar? Y siempre respondemos: estamos movilizados desde diciembre de 2014 y no hemos tenido pausa.
Hablando de movilizaciones, entre marzo y abril ocurrió el bloqueo más grande en la historia del movimiento indígena en Colombia. Algunas organizaciones campesinas, afros y populares se sumaron. Durante 28 días la carretera Panamericana, la arteria de América, fue taponada por alrededor de 20 mil personas que lograron esa tremenda hazaña. Después de ese tiempo y esa hazaña la movilización no logró los objetivos políticos ni reivindicativos pretendidos. Logros hubo, pero como dicen los muchachos, este tema nos dejó cabezones. Pensando mucho, pues.
Ya lo había dicho Cristóbal Secue por allá en 2001, unos meses antes de su asesinato, mientras marchaba hacia Cali, en una de tantas marchas que hemos hecho, muy a su estilo: “parecemos güevones marchando acá en vez de meternos a recuperar fincas”. A Duque y al empresariado no les dolió para nada el taponamiento de la arteria (mientras tuvieran la vía alterna), pero sí les duele perder las tierras que un día ganaron a punta de despojo y usurpación. Así como al pueblo pueblo no le duele que nos metamos en las fincas, pero también se ve afectado cuando taponamos la vía.
Y en todo caso, ya sea metiéndonos a las fincas o taponando la vía, qué es lo que buscamos. ¿Unas hectáreas de tierra, unos miles de millones, según el caso? ¿Con eso se resuelve el problema? Como dijo Mario Benedeti en un poema, la cosa es muchísimo más grave. Es que el hombre andaba enamorao de un encanto que se le metió en el fondo del alma. ¿Qué es lo grave? ¿Cuál es el encanto?
Lo muchísimo más grave lo hemos dicho de muchos modos: aquí el problema de fondo es que la Madre Tierra está esclavizada y enferma y nos estamos haciendo los locos. Tres síntomas lo muestran: fiebre o calentamiento global, extinción masiva de especies y crisis humanitaria. Los polos y los glaciares se derriten, las especies desaparecen a un ritmo acelerado, las hambrunas, las pandemias, el genocidio, el dolor se hacen comunes. Ante la enfermedad de Uma Kiwe, causada por el modelo de desarrollo capitalista, los humanos venimos ensayando remedios.
El primer remedio ha sido tomarse el Estado o partecitas del Estado por la vía armada o por la vía electoral. El logro, a grandes trazos, ha sido resolver algunas necesidades humanas y decretar los derechos de la Madre Tierra. Pero incluso los gobiernos progresistas profundizaron el extractivismo. Otras experiencias, al no poder tomarse el Estado, caso Colombia, se tomaron parte (alcaldías, gobernaciones, senado…) logrando frutos puntuales. En todo o en parte, tomarse el Estado ha sido un intento sin resultados frente al problema de fondo. Como dijo Ménem un día: estamos al borde del abismo pero ya hemos dado un paso al frente.
Los movimientos ambientalistas vienen dando una gran pelea y logran meterse en los organismos multilaterales o en sus eventos. El Estado y la legalidad desde arriba toman la centralidad. El gigantezco esfuerzo de los movimientos y algunos gobiernos en las COP es rápidamente amortiguado y disuelto por las potencias y las multinacionales.
A este punto hay que reconocer que ninguno de estos remedios ha dado con el chiste.
Hacia nuevos horizontes, otro remedio son las luchas autonomistas. Muchas experiencias, abrazadas al pensamiento crítico, le dan la pelea al monstruo capitalista. Los frutos brotan en muchos rincones del mundo, se agrieta el monstruo. Se ve patente, eso sí, que son luchas con una alta dosis de humanismo. Buen punto para seguir abriendo horizontes porque humanismo y Madre Tierra no combinan.
El otro remedio, invisibilizado, innombrado, lo viene dando la misma Madre Tierra: sigue luchando para que la vida, como a ella le gusta, como a ella le tomó millones de años tejerlo, siga siendo: intenta enfriar el clima, hace crecer yerba en la tierra arrazada, mantiene los vientos, la lluvia, derrumba por su cuenta megaobras… Parte de su ‘lucha’ ha sido poner en las sabidurías ancestrales el mismo latir del resto de los seres que son junto con nosotros. Los pueblos arraigados a la Tierra son quienes sostienen las resistencias en el ‘campo humano’ de un modo muy sencillo: siendo lo que siempre hemos sido. O volviendo a ser. Ese remedio que ya está es el que falta.
Ese remedio que falta está regado a lo largo del mundo, a lo largo de las luchas. Porque el monstruo aún no logra dejarnos zumbos. Las sabidurías ancestrales duermen dentro de cada uno de los pueblos colonizados. Muchas veces esos saberes se manifiestan dando lindos frutos. Y entonces ocurre el encanto: volvemos a ser lo que somos, nos hacemos Madre Tierra. Y brota una ofensiva que desconcierta al poder.
(El monstruo se desconcierta. Y, al ver las luchas dispersas, se relaja: tú tranquilo, dice).
Los saberes desde abajo, es decir los que vienen desde la Madre Tierra, no solo humanos, sino todos los saberes desde abajo, son los que en definitiva darán la pelea al monstruo. Dicho de otro modo: el sujeto de la revolución es una sujeta: Uma Kiwe liberándose. Nosotras, nosotros, las luchas pues, venimos siendo el ‘frente humano’. Hay también el frente de las bacterias, de los hongos, de los artrópodos, felinos, árboles, aguas… La Madre Tierra tiene más frentes que todas las guerrillas de la historia humana juntas.
Entonces la movilización, la resistencia, el remedio (difícil que quepa aquí la palabra autonomía) es la migración de las aves cada año, el ciclo de las mariposas que a pesar de todo se sostiene, el crecimiento del placton, el ritual de fecundación de los arrecifes de coral en luna llena año tras año; el cuidado y siembra de las semillas; los guatines, abejas, cuzumbos, culebras que retornan a las fincas en proceso de liberación; los humanos, que sostenemos tantas luchas al rededor del mundo. Todo junto, es la Madre Tierra resistiendo, frenteando al monstruo. La Madre Tierra liberándose.
Volviendo a Benedeti, este es el encanto que enamora. Para eso luchamos, ese es el alcance de nuestra lucha.
En este tercer encuentro les invitamos a compartir nuestros saberes, los saberes de las luchas, para ponernos en el mismo latir de los seres de Uma Kiwe que vienen dando la pelea. A compartir los saberes para la liberación de la Madre Tierra, especialmente en seis campos: agroecología, tecnología, formación política, comunicación, arte y economía y comidas propias.