Kiwe Uma: Liberando el corazón desde la educación propia
Por: Minga de comunicación
Son casi las 6 de la mañana. Está amaneciendo y con los primeros rayos del sol y los cantos alborotados de los gallos, se despierta poco a poco Kiwe Uma, esta escuela-semillero itinerante del territorio Nasa de Tierradentro, al oriente del Cauca. Durante esta luna, estamos en las montañas de San Andrés de Pisimbalá, en la casa de Gentil y Abigail y de su hijo Nes y su hija Sxaya. Para la luna siguiente, como siempre, toda la escuela se desplazará a otro hogar, en Calderas o en La Gaitana.
Hay personas de todas las edades y las más madrugadoras que ya están listas, ayudan a las que apenas se están levantando. Los más grandes como Alex y Leo preparan el desayuno, mientras Neity y Leonilde ayudan a los demás a peinar y trenzar el cabello largo que la mayoría, tanto mujeres como hombres, llevan y cuidan. Los gemelos Wepe y Ksxa’w, los pequeñitos de la escuela, ya están en la cocina pidiendo waç y duse yu. Los unos corren, las otras se ríen, Ricardo toca el tambor y Wejxia Kiwe carga a su hermanita pequeña.
Un rato después, los ‘chefs’ nasa anuncian que ya está listo el desayuno. Niñas y niños van sirviendo y repartiendo una sabrosa sopa con masita y su respectiva aguapanela. Se conversa en Nasa Yuwe y se bromea en Nasa Yuwe, en un ambiente alegre y tranquilo. Acá no hay horarios fijos. No hay momentos de escuela y momentos de vida, sino que cada momento de la vida cotidiana es escuela. Con muchas ganas de iniciar la jornada, devoramos el desayuno y lavamos nuestros platos.
En Kiwe Uma, ningún encuentro es como el anterior, porque son diversas las actividades que se realizan dependiendo de diversas situaciones: de la luna: si está llena o menguando; de la época del año: si hay lluvia o hay sol; de las actividades comunitarias: si hay mingas, encuentros o recorridos territoriales; de los tiempos culturales, espirituales y personales: si es momento de tejer, de danzar o de practicar rituales propios; o de las reflexiones, señas, sueños e ideas que van surgiendo en el camino, en el aprendizaje colectivo de todos y todas. Esta semana, el arte se respira en el ambiente: el teatro, el dibujo y los estampados, la música, la danza y el canto nos esperan.
Alrededor de las 8, después de brindar a los Mayores y abrir camino para las actividades del día, empezamos con algunos juegos, para conocernos, reírnos y coger confianza. – ¡Ewçxa! ¿Maw pet? ¿Mawg ksxaw? – saludamos en Nasa Yuwe; unas como Rocío, con pleno dominio, otros como David, poco a poco, paso a paso. En Kiwe Uma, el reto es hablar siempre en Nasa Yuwe, para poder pensar en Nasa Yuwe y así acercarnos al sentir y pensar propios y fortalecer las prácticas culturales; pero la cosa no es tan sencilla, como lo explica Abigail: “Es que la influencia del español es tan poderosa, que nos descuidamos un momento y ya los lucxkwes están hablando español” y en la comunidad no es que ayuden mucho: “a veces ni un ‘ewcxa’ te lo responden”.
Para una de las actividades nos dirigimos al río que queda cerca de la vereda. En el recorrido, reuniremos los materiales que puedan servirnos para la creación de títeres y máscaras. Mientras caminamos, niños y niñas no dejan de sorprendernos con su curiosidad insaciable y su inagotable sed de aprender; con su autonomía y con su sensibilidad para moverse, dialogar con la naturaleza y entre compañeros y compañeras. Acá no se siente, como en la escuela ordinaria, que el profesor es el sabio, el que tiene el conocimiento y la razón, y que el estudiante sólo obedece, escucha y aprende. Acá, entre todos y todas enseñamos y aprendemos, reflexionamos y compartimos, de igual a igual; no hay nadie arriba de nadie o alguien que sepa más; Sxaya, enseña nasa yuwe, Nes de las plantas medicinales y Leonilde del Cxapuc, el ritual que se realizará pronto en el territorio. Después de recoger pepas, hojas, piedritas, carrizo, suncho de plátano y alguna que otra fruta para echarle a la barriga, nos echamos un merecido chapuzón. No hay afán. “Vamos despacio porque vamos lejos”.
Ya de regreso, mientras un grupito inicia con la creación de los títeres, los demás nos adelantamos para ayudar con el almuerzo. También en Kiwe Uma chicos y grandes aprendemos a cocinar, cómo no. Bueno y ¿Qué hay de menú? ¿Qué delicia vamos a preparar? Una deliciosa sopita. Aquí nos damos cuenta que no todo es color de rosa; Abigail comenta que en Kiwe Uma, a vecesno hay para echar en la ollatodo lo que se quisiera, la mazorquita fresca o el frijol cacha… como en muchos hogares de comunidades indígenas, campesinas o negras, “vivimos tan apretados, que no tenemos espacio bueno ni para sembrar nuestra propia comida”. Para los nasa que les falte el tul, es como si les faltara una pata, se sienten mochos, incompletas; sin tul no hay buena alimentación, sin buena alimentación no hay nasas fuertes. No se vive sabroso cuando escasea la comidita sana y buena. Por ahora, sin dejar de soñar con lo que falta, disfrutaremos esta comida que bien sabrosita sí está quedando.
En Kiwe Uma, la idea no es volver el Nasa Yuwe una materia más dentro de la escuela estatal, sino, hacer del Nasa Yuwe el nido, el hogar, la tierrita abonada, donde la semilla del sentir y el pensar nasa encuentren espacio para vivir y crecer.
Entre cucharada y cucharada, comprendemos que siguiendo el mandato del CRIC de fortalecer la lengua y la cultura propia, la escuela-semillero Kiwe Uma se ha encontrado con muchas trabas en el camino. Al inicio, el sueño colectivo era lograr en las instituciones educativas de la comunidad, una educación propia desde el pensar y sentir como Nasas, pero después de muchos esfuerzos, de ires y venires, y de lograr por fin posicionarse en las instituciones, el rumbo se perdió y la idea inicial de escuela propia se quedó de nuevo encerrada en la comodidad del sistema escolar del estado. Por eso, para no renunciar al sueño, de pura terquedad, sin apoyos de la comunidad o de las autoridades, nació el semillero Kiwe Uma, como un proceso autónomo, por fuera de jaulas, metodologías, competencias o esquemas impuestos, para reivindicar y experimentar una verdadera educación propia. En Kiwe Uma, la idea no es volver el Nasa Yuwe una materia más dentro de la escuela estatal, sino, hacer del Nasa Yuwe el nido, el hogar, la tierrita abonada, donde la semilla del sentir y el pensar nasa encuentren espacio para vivir y crecer.
Después de almorzar y lavar el plato, vamos a descansar un poco… – ¿Por qué no empezamos de una vez?- dice Sxaya, emocionada, curiosa, «como si estuviera jugando siempre y no quisiera parar nunca». Sin pensarlo dos veces, seguimos con la creación de títeres y máscaras. De la nada, sólo con esos palitos, hojitas y piedritas, van tomando forma un colibrí, un mosquito picarón, un caballo bien chúcaro, la tetasola, y muchos personajes más. En la noche tomarán vida.
Mientras tanto, aprovechamos la tarde para conocer el territorio. Con las mochilas terciadas y llenas de waç y carne frita, toda la escuelita se pone en camino hacia Segovia, un sitio que forma parte del Parque Arqueológico de Tierradentro, donde se pueden visitar el museo y algunas tumbas precolombinas. No desperdiciamos ni un momento en el camino para aprender más Nasa Yuwe: “¡Meekwe! ¡Moto yuha!”, ni para ver, con asombro, cómo este territorio ancestral se ha vuelto un lugar tan turístico; las casas de los y las comuneras se ven pequeñitas al lado de los grandes hoteles y restaurantes que reciben las visitas y el dinero del extranjero. Cuando por fin llegamos a la entrada del Parque, Abigail conversa con el vigilante en Nasa Yuwe para que nos deje entrar gratuitamente: “al fin y al cabo somos Nasa”.
Pero es chocante entrar y encontrarse con la imagen que te ofrece este museo. Es como si el pueblo Nasa fuera algo del pasado, como si su cultura y su modo de vida ya no existieran… Los carteles te informan: “Así dormían” o “así vestían”, “comían mote” o “hacían mingas”. Pero, ¿y el pensamiento tan profundo de este pueblo? Ignorado. ¿y lo que han vivido, soportado y resistido? Silenciado. ¿y lo que hacen hoy, lo que viven, por lo que luchan? Invisibilizado. Las comunidades indígenas, su cultura y su espiritualidad, son admiradas dentro de los museos (donde sirven como adorno, como atracción turística; donde no estorban ni incomodan: una fotografía de historias pasadas) y despreciadas en la realidad, donde crean, luchan y caminan. La cultura nasa está viva en Kiwe Uma y en todo Tierradentro, salvo en las mismas salas de este museo.
Las comunidades indígenas, su cultura y su espiritualidad, son admiradas dentro de los museos (donde sirven como adorno, como atracción turística; donde no estorban ni incomodan: una fotografía de historias pasadas) y despreciadas en la realidad, donde crean, luchan y caminan.
Entrada la tarde, estamos de nuevo en casa. Algunos cansados y adormilados, como Ksxaw y Gilberto y otras enérgicas aún, como Sxaya y Michelle. Y aunque poco a poco cae la noche, Kiwe Uma no descansa todavía, porque es el momento de la alegría y de la celebración por lo compartido en el día. Alex con la flauta, Elier con la charrasca y Michelle con el tambor, hacen que todo Kiwe Uma se ponga de pie y dance sin parar. Los adormilados se levantan y las enérgicas, aún más enérgicas, ríen y bromean. En medio de la música y aprovechando el habitual corte de luz, el caballo chúcaro y la tetasola, como todos los demás títeres hacen su aparición en un teatro de sombras, hecho con un trozo de tela blanca y una linterna de celular. Mañana será otro día en Kiwe Uma lleno de aprendizajes, alegrías y vivencias, que a la larga siempre son la misma cosa.
Y así, dando pequeños pero firmes pasos, la familia Kiwe Uma sigue caminando el sueño de la educación propia, como lo enseñaron los mayores y mayoras desde el tejido, el contacto con la tierra, el nasa yuwe, la alegría, la montonera y la espiritualidad; como lo pensó Manuel Quintín Lame y como se mandató desde el CRIC y su plataforma de lucha, para fortalecer las comunidades y su cultura y ser un pilar para recuperar la tierra; y ya lo dicen liberadores y liberadoras del norte del Cauca: recuperar la tierra o liberarla, no tiene sentido si no se libera al mismo tiempo el corazón.
Se libera la tierra de manos de aquellos que la explotan y la envenenan, que la exprimen hasta más no poder y que la acaparan para llenar sus bolsillos y sus buches. Se libera la tierra y el corazón para que nazcan personas nuevas, que piensen y sientan por fuera de lo que el sistema nos ha impuesto desde hace ya tanto tiempo y para que junto a los animalitos y las plantas tengan una vida libre y sabrosa. Liberando la educación, podremos seguir construyendo otro mundo, otras formas de relacionarnos con la tierra y con los demas seres vivos, otras formas de producir, de sentir y pensar para que cuando se libere la tierra, el camino hacia el buen vivir siga despejándose. Kiwe Uma va mostrando ese camino: liberando el corazón desde la educación.