Liberación de la Pedagogía

Presentación

En este librito, les presentamos en corto nuestra experiencia pedagógica, nuestra forma de pensar, hacer y vivir la educación en el Proceso de liberación de la Madre Tierra y en el proceso de formación cultural Kiwe’ Uma’. Una educación desde el corazón nasa, para defender y cuidar la Madre Tierra.

Ver este texto publicado hoy por nuestros propios medios es una inmensa alegría. Es que claro, este texto tiene una historia que les queremos contar. Todo empezó en diciembre del 2020, hacer rato, ¿cierto? cuando una compañera recibe un correo de una revista francesa que se llama Mouvements, es decir Movimientos. Es una revista reconocida en el ámbito de las luchas en Francia. Dizque van a hacer un número sobre las alternativas en el ámbito de la educación y le piden a la compa si se puede escribir algo sobre las pedagogías de por acá. Claro, les dice. Tonces hablamos y decidimos hacerlo a nuestro modo, es decir a lo nasa: cómo hacemos educación en nuestros procesos de lucha, cuáles son nuestras pedagogías, nuestros aprendizajes. La revista dice que sí, que buenísimo.

Entonces nos juntamos liberadores, liberadoras, compañeras y compañeros del proceso educativo Kiwe’ Uma’ de Tierradentro. Kiwe’ Uma’ es un proceso hermano del Proceso de Liberación de la Madre Tierra que lleva adelante el tema de descolonizar la educación desde el 2013. El Proceso de liberación de la Madre Tierra somos un grupo de familias del pueblo nasa que hacemos una lucha contra el capitalismo en el norte del Cauca enfrentando directamente a la agoindustria de la caña. La última etapa la hacemos desde diciembre de 2014, pero la lucha tiene raíces muchos siglos atrás. Los dos procesos hacemos educación, hacemos pedagogía en nuestra vida diaria, si no no sería posible tejer la resistencia, alcanzar los frutos, caminar tantos años frenteando a Occidente, frenteando al capitalismo.

Ya tenemos una larga historia de juntanza entre Kiwe’ Uma’ y Liber por eso sale fácil la conversa. Aunque ahora la Liber transite un momento difícil en la historia, lo plasmado aquí sigue vigente, sale de su “práctica educativa”, vivenciada todavía por muchas familias. Para esta ocasión, para este libro, conversamos unas tres horas y la compa recoge en escrito la conversa y así sale el artículo, o sea este texto que van a leer. Lo mandamos a la revista y un tiempito después nos dan su respuesta. Que no lo van a publicar, responden, que nos faltan argumentos, que lo que decimos está equivocado.

¿Qué fue lo que paso allí? Exactamente lo que explicamos en el mismo artículo (¿será que no entendieron nada de nada?). Occidente una vez más nos vino a decir que lo nuestro no es científico, por eso, que no es válido como conocimiento y que no puede estar en sus revistas. Bueno, por decirlo de otro modo, nos siguen tratando como inferiores. Nada nuevo, pero sí duele un poquito cuando se supone que esta gente es “deconstruida”, “de izquierda”, que apoya las luchas antirracistas. Ellos querían que hiciéramos cambios en el texto. Les propusimos una reunión para conversar, pero no se pudo: no cabíamos en sus agendas. Pero que nos dejaban un espaciecito en su página web (ya no en la revista impresa).

Ante tanta falta de respeto, ante tanto desprecio, decidimos retirar nuestro artículo y publicarlo por nuestros propios medios. Ha pasado el tiempo, pero no lo hemos olvidado, aquí está, escrito y publicado con mucho amor y cuidado. Y nada de amargura: evidentemente Occidente aún no está listo para tanta sabiduría. Así que nosotros y nosotras a ustedes se lo entregamos con mucho amor y cuidado. Porque estas son las relaciones que queremos aprender y transmitir con nuestros procesos educativos, aprender a cuidar la Madre Tierra, y por ende, a cuidarnos nosotros y nosotras mismas.

¡Pay, wala weçxat!

 

Liberación de la Pedagogía

Palabras de inicio:
Descolonizar la educación,
desalambrar la tierra y las mentes

Desde un rincón de nuestra querida Abya Yala, venimos a hablar de pedagogía. Venimos a contarles formas de pedagogías que acompañan nuestras luchas, nuestras vidas, y nuestras maneras de pensar y hacer educación. Bueno, cuando decimos pedagogía, escuela o educación, no son las palabras más adecuadas para describir nuestras experiencias de aprendizaje y nuestros modos de ver el mundo. Sin embargo, usaremos esas palabras para ser más entendibles, para que podamos comunicar y comprendernos. Si fuera por nosotros, nosotras, no hablaríamos de pedagogía, sino simplemente del vivir. El vivir la lengua. El vivir la alegría. Vivir sabroso, lo que aquí llamamos wët wët fxi’zenxi, la vida en armonía con todos los seres. Porque lo que nos corresponde es vivir la vida. Por eso existimos.

Empecemos por presentarnos, situarnos. Somos gente de la comunidad nasa, una comunidad indígena de la región del Cauca, en el suroccidente de lo que hoy se llama Colombia. Queremos contarles sobre dos experiencias educativas que llevamos, experiencias que también son procesos de lucha. Porque consideramos que nuestras formas de educación están intrínsecamente relacionadas con nuestra historia de resistencia como pueblo nasa frente a la colonización, una larga historia que lleva cerca de 500 años. También nos acompañan compañeras, compañeros de lucha, personas externas a la comunidad, que caminan a nuestro lado. Porque nuestras luchas, aunque ubicadas en un contexto específico, no son solamente luchas de nasa para nasa. Van más allá de nuestra comunidad, porque todos y todas formamos parte de este mundo. Luchamos por la libertad de la Tierra: del planeta y de todos los seres que la conforman.

La primera experiencia que queremos contarles es la del semillero educativo Kiwe’ Uma’. Kiwe’ Uma’ significa “La Tierra es madre” en nasayuwe, nuestro idioma. Kiwe’ Uma’ se creó como un intento de salir de la escuela oficial. No es una escuela, sino un proceso educativo autónomo ubicado en las montañas de Tierradentro, uno de los lugares históricos de resistencia de la lengua y cultura nasa. En Kiwe’ Uma’, acompañamos en sus aprendizajes y desarrollo unos treinta niños, niñas y adolescentes de entre 0 y 18 años. Alrededor somos varias familias, acompañadas por participantes exteriores. Juntos y juntas, llevamos a cabo desde el 2013 un proceso de educación integral, desde lo cotidiano, guiado por el modo de vivir y de pensar nasa. En Kiwe’ Uma’, se trata de descolonizar las formas de educación formal, de desaprender para aprender de nuevo a vivir desde nuestras propias concepciones, desde nuestras epistemologías, desde nuestros modos de existencia.

La segunda experiencia es el Proceso de Liberación de la Madre Tierra, una lucha de comunidades nasa del norte del Cauca. Somos varias familias que desde el 2014 entramos en grandes fincas azucareras del valle del río Cauca. Un valle que hoy en día está casi integralmente bajo dominio de los ingenios del azúcar, con un monocultivo de caña que se extiende sobre centenares de miles de hectáreas. Antiguamente era un bosque seco tropical, hoy es un desierto verde. Para liberar la Tierra, entramos en las fincas, tumbamos la caña y luego sembramos alimentos, criamos animales y dejamos el monte crecer y retomar su lugar.

En estos dos procesos, la dimensión educativa está en la idea de descolonizar. Descolonizar la educación, salir del pensamiento colonizado y de los modelos impuestos por la escuela y las prácticas educativas institucionales. Descolonizar el pensamiento, reconectándose con modos de pensar propios. Pero también descolonizar literalmente. Es decir, recuperar las tierras despojadas por la colonización, antiguamente por colonos europeos, hoy por el capitalismo industrial. Descolonizar, o como decimos aquí, desalambrar. Desalambrar la tierra para liberarla, pero también desalambrar nuestros corazones, para reencontrar el corazón nasa, es decir una manera de habitar este mundo en armonía con la Madre Tierra, es decir con todos los otros seres.

Resistir frente a la hegemonía occidental

Lo que vemos, es que, con el proceso de colonización, y en gran parte con la escuela, el pensamiento occidental se metió en todos los aspectos de nuestras vidas, en nuestras maneras de vivir, de pensar, en nuestras prácticas, y desplazó, incluso borró, nuestros modos de vivir y de pensar nasa. El pensamiento occidental tomó un lugar hegemónico y se posiciona como la única manera válida de producir conocimiento. Además, ese pensamiento occidental que tiene sus raíces en Europa, desde nuestro punto de vista se ubica en el oriente y no en el occidente. Todo es cuestión de perspectiva.

Cada vez que decimos que no necesitamos de la escuela, y que nos reivindicamos como procesos educativos autónomos, Occidente o sus representantes se presentan con sus edificios de la pedagogía, que incluso incluyen pedagogías alternativas, y nos preguntan: ¿Dónde está su pedagogía? ¿Dónde está su edificio pedagógico? Muéstreme sus pensadores. Muéstreme sus teorías. Muéstreme las metodologías. Muéstreme las didácticas.

Frente a ese desprecio y esa mirada condescendiente, reafirmamos nuestra legitimidad para producir conocimientos según nuestras propias concepciones. Bueno, acá también, utilizamos las palabras producir conocimiento, pero no corresponden a nuestra visión del mundo, porque representan una lógica productivista. No producimos conocimiento, lo vivimos, lo caminamos. Pero es importante decir que ese conocimiento existe. No lo llamaremos un edificio, sino una casa. Una casa bien hecha, con buenas fundaciones, buenos pilares, buen suelo y buen techo. Con contenidos bien profundos, bien enraizados. Estos saberes y conocimientos se construyeron a lo largo de nuestra extensa experiencia de lucha contra la colonización y por la defensa del territorio. Conforman un edificio teórico, para decirlo en esos términos, que se ha trabajado en la práctica desde 1535, cuando los primeros conquistadores españoles llegaron al antiguo Kauka para invadir, explotar y esclavizar. Cuando las primeras luchas de resistencia nacieron y siguieron hasta hoy. Esto es la base de nuestras luchas y de nuestros procesos educativos. Esto es lo que permitió al Proceso de Liberación permanecer en los puntos liberados desde hace nueve años, y a Kiwe’ Uma’ vivir sin escuela desde hace diez años. Entonces, como decía una vez un mayor, con estos grandes edificios teóricos estamos dispuestos a debatir, porque llegamos con una experiencia de 500 años.

Nuestras prácticas pedagógicas suelen ser desvalorizadas, no son consideradas como educación, porque nuestros saberes no están teorizados en libros. En el pensamiento occidental, y por lo tanto en los procesos educativos institucionales en general, el libro y la palabra escrita están en el centro de la pedagogía. Desde los 3 años, nos enseñan a leer vocales. Hasta cuando somos adultos, nos siguen educando con libros.

Para nosotros, nosotras, la vida no se aprende en los libros. La vida está a nuestro alcance en el mundo real, en la Madre Tierra. La hegemonía del pensamiento occidental, que se impuso incluso por medio de la escuela, lo que hizo fue desconectarnos de la Madre Tierra y de todas las realidades que vivimos en nuestra cotidianidad. Nos hizo humanos, humanos separados de la Madre Tierra, y por lo tanto del resto de lo vivo, como si fuéramos arriba de todo.

Las prácticas educativas que se impusieron por medio de la escuela desde el periodo colonial hasta hoy vienen de otros contextos, otros territorios, otras concepciones del mundo. De hecho, hasta no hace tanto tiempo, la escuela estaba administrada por la iglesia católica en nuestros territorios. Ha sido un instrumento de colonización cultural muy fuerte, y una estrategia de conquista desde los primeros tiempos de la colonia. Hoy en día, distintas iglesias están presentes en nuestros territorios y siguen actuando como frenos para nuestros procesos de re-enraizamiento. Estas prácticas pedagógicas impuestas inferiorizaron e invisibilizaron nuestras espiritualidades, nuestros saberes y nuestras formas de construir conocimiento sobre el mundo. Estas prácticas nos alejaron de lo que somos y del sentido que queremos darles a nuestras vidas, que es pervivir, seguir viviendo en nuestro territorio como nasa, en armonía con todos los seres.

Hoy se trata para nosotros de seguir resistiendo a las lógicas de dominación, desaprendiendo los conceptos y las prácticas que nos han impuesto, aprendiendo el camino que nos permitirá mantenernos en el territorio, nes fxi’zeya, en nasayuwe.

Reconectarnos con la Madre Tierra

Como nasa, la relación con la Tierra y con el territorio es primordial. Consideramos la Tierra como una madre, es decir una matriz de vida, un organismo del cual somos parte, junto con las otras especies, los vegetales, los minerales, el viento, las nubes, el agua, los astros. Nuestros cuerpos y cada parte de nosotros son parte de la Madre Tierra. La Madre Tierra es un sistema donde todos los elementos están relacionados en una relación recíproca. Sabe cómo regenerarse sola, y consideramos que no estamos aquí para salvarla (eso sería una vez más reproducir el modo de pensar occidental) sino para apoyarla, para poder liberarnos, junto con ella. Esta reconexión, este re-enraizamiento, es posible solo a través de nuestra lengua, el nasayuwe. Es la lengua que nos permite reconectarnos con nuestra cosmovisión y por lo tanto con la Tierra.

Por eso, no tendría sentido para nosotros, nosotras, vivir afuera de nuestro territorio, porque es este territorio específico, ancestral, el que nos permite sentir esta conexión con la Madre Tierra. Escuchar y sentir lo que nos indica. Nuestros saberes nos permiten interpretar las señas que nos transmite. Por medio del canto de los pájaros, las nubes, los reflejos en la noche. También es el territorio que nos permite cultivar nuestros alimentos, que nos permite recoger las plantas medicinales que necesitamos para nuestros rituales, que nos permite danzar y comunicar con la Madre Tierra. Una vez más, cuando decimos tierra o territorio, no hablamos de propiedad privada, ni de parcela, ni de fronteras. Para nosotros, nosotras, la tierra no es una mercancía, una cosa que se puede poseer, ni es un botín para explotar. La tierra no nos pertenece. Estamos aquí para cuidarla. Por eso, muchas veces, sabemos dónde están las minas de oro o de sal, pero nos callamos. Antiguamente, nuestros ancestros y ancestras hasta las taparon y las escondieron para cuidarlas de las mentes codiciosas de los colonizadores.

Hoy, la Madre Tierra no está libre. Está esclavizada por intereses económicos que la explotan hasta desangrarla, causando desastres ecológicos mayores y empobreciendo nuestras comunidades. Hoy, muchos y muchas de nosotras hemos perdido esta conexión con la Madre Tierra, así como nuestra lengua. El primer propósito de nuestros procesos educativos es aprender a reconectarse con la Tierra, aprender a considerarla como una matriz que hay que cuidar.

Esta idea central que es restaurar los lazos con el territorio, volver a enraizarse, no está motivada (por lo menos no exclusivamente) por una visión romántica o espiritual de la Madre Tierra. Se construye en un contexto político complejo, donde nuestras comunidades se encuentran involucradas a su pesar desde hace décadas, siglos. Este contexto es el proceso de colonización permanente de Abya Yala, inicialmente por los primeros colonos, luego por la constitución de los estados-naciones independientes, luego por los intereses capitalistas nacionales y multinacionales. Este contexto también es el conflicto armado permanente desde hace más de medio siglo, que involucra el Estado colombiano y sus fuerzas represivas oficiales y oficiosas así como distintos grupos armados: guerrillas, paramilitares, narcotraficantes. Todo esto como una nebulosa de violencia donde las comunidades, sin pedir nada a nadie, se encuentran atacadas, desplazadas, masacradas.

Aquí luchamos para preservar nuestras raíces y liberar la Madre Tierra de cualquier forma de explotación. Esto no les beneficia a las distintas fuerzas armadas que nos atacan y nos persiguen, que hasta asesinan a nuestros líderes, nuestras lideresas, nuestros jóvenes, cuando defienden de manera firme la vida y la libertad de la Madre Tierra, cuando actúan para liberarla del monocultivo de caña de azúcar y del capitalismo de muerte, o para liberarla del narcotráfico de marihuana que desarmoniza las comunidades y mata la tierra. Lo que vemos es que todas las desgracias que vivimos son para el beneficio de intereses exteriores. El azúcar como la marihuana se reparten en el mundo entero, hacen la felicidad de los privilegiados y llenan los bolsillos de los poderosos. Mejor dicho, los privilegiados de este mundo construyen su bienestar y su comodidad con nuestro sufrimiento y el de las otras comunidades de los Sures. Entonces nuestra acción está profundamente enraizada en una historia política de lucha contra todos los intentos de intervención y de dominio sobre nuestro territorio.

 

Desaprender para aprender,
destejer para volver a tejer

En la cultura nasa, el tejido es una práctica muy importante. No como artesanía, sino como un arte de vivir. El tejido es para nosotros, nosotras, un vehículo que nos permite conectarnos espiritualmente con el saber. Cuando aprendemos a tejer, estamos construyendo conocimiento. Tejiendo las puntadas de la jigra o del chumbe, nos conectamos espiritualmente con nuestro cuerpo y con el mundo que nos rodea, elevamos nuestro nivel de conciencia. Cuando aprendemos a tejer, a veces no nos salen las figuras que queremos. Entonces hay que destejer las puntadas y volver a empezar. Pasa lo mismo con nuestros procesos educativos. Se empezó a tejer una estructura bonita para volver a la Tierra, volver a prácticas propias, volver a hablar la lengua. Pero este tejido se construyó con colores muy institucionales, con algunas prácticas impregnadas en nuestras comunidades y mentes que corresponden a lógicas impuestas. Prácticas que nos han enseñado y de las cuales aún no logramos deshacernos. Prácticas que replicamos sin querer, sin darnos cuenta, porque corresponden a lógicas estructurales de lo institucional.

Entonces cuando en nuestro tejido aparecen algunas figuras que no queríamos ver, hay que destejer. Para luego volver a tejer con otros colores. No es fácil, porque no es fácil deshacer un trabajo que requirió tantos esfuerzos. Sin embargo, es necesario para avanzar. Destejer para volver a tejer, es un proceso de vida.

 

Aprender haciendo,
aprender en comunidad

Entonces, concretamente, ¿cómo es ese camino de desaprender y aprender? ¿Cuáles son los colores que usaremos para tejerlo? ¿Cuáles figuras saldrán? Como ya lo mencionamos, nos distanciamos del postulado muy anclado en el campo pedagógico que asume que la escuela es el espacio pedagógico central. Nosotros y nosotras no hablamos de escuela, porque hablar de escuela implica definir un espacio, horarios, enseñantes y alumnos, alumnas. En nuestros procesos, no tenemos horarios, no tenemos asignaturas, no tenemos salones, ni evaluaciones. Nuestro salón es el cuerpo de la Madre Tierra. Aprendemos en la práctica, en la vivencia de la alegría, de la tierra y de la relación de cuidado que queremos construir.

En la Liberación, nuestro salón es de 12000 hectáreas. Incluye 27 fincas en proceso de liberación. Ahí es donde aprendemos. Entrando en las fincas y tumbando caña. Instalándonos, construyendo cambuches, sembrando alimentos. Cuidando esas tierras y los seres que la habitan. Desde que nos instalamos en esas tierras y que erradicamos la caña en miles de hectáreas, una diversidad de plantas vuelve a crecer, los animales desplazados regresan, los insectos y las abejas polinizan, el agua vuelve a brotar. La Madre Tierra se regenera y nos regala de su abundancia. Nosotros, nosotras, observamos y aprendemos.

Pero siempre llega la represión. Y allí también aprendemos. Los ataques del Estado por medio de las fuerzas policiales y militares son permanentes. Después de cada intento de desalojo, volvemos. Cuidamos nuestros heridos. Reconstruimos nuestros cambuches tumbados. Volvemos a sembrar sobre los cultivos arrancados. Atizamos el fogón y ponemos la olla. A veces, lloramos y enterramos nuestros muertos. Lo que aprendimos en todos estos años, como decían los mayores, es que donde cayó sangre nasa, hasta allí llega el mojón. Después de cada arremetida, volvemos a sentarnos y evaluamos lo que acaba de suceder. Quemamos la rabia y el dolor tumbando más caña, recorriendo las tierras, mirando los animales.

Sin embargo, la vida sigue. Seguimos trabajando colectivamente en las mingas. Aquí nadie decide lo que hay que hacer, cuáles van a ser los contenidos o los horarios. Todos los días aprendemos. Aprendemos haciendo, y así vamos marcando lo que sigue. Acá decimos: primero hago luego aprendo. Primero hacemos luego aprendemos.

Aprendemos en comunidad. Nos juntamos, niños, niñas, mayores, mayoras, jóvenes, adultos, y conversamos, preparamos comidas, recochamos. Reflexionamos sobre estrategias de resistencia para permanecer en estas tierras. Escuchamos los consejos de las mayoras y mayores para sembrar y cosechar, consejos que valen tanto como cualquier libro de agronomía. A los niños y niñas que nos acompañan, les transmitimos esa necesidad de volver a las raíces, no de manera teórica sino en la práctica. Porque las palabras pueden quedar palabras. Aprendemos de nuestros abuelos y abuelas que hace unos años bajaron de los cerros para recuperar tierras en el valle, que nos mostraron como cuidar los ojos de agua y los bosques.

Hasta aprendemos de los animales que nos visitan. Los guatines, los loros que arriman porque hay maíz para compartir. Es para nosotras y nosotros una alegría inmensa ver estos animales volver a su territorio. Ellos también han sido desplazados por el monocultivo de caña porque ya no había qué comer, no había dónde sombrear, no había dónde mirar.

 

Aprender a tejer lazos

En Kiwe’ Uma’ aprendemos a sentir la vida, tejiendo, tocando música, reencontrándonos con nuestra identidad nasa, guiándonos con nuestras prácticas espirituales, creando una relación con la Tierra a través de la práctica del tul, la huerta nasa, cuidando las semillas, hablando y revitalizando nuestra lengua, el nasayuwe. Todo esto para seguir existiendo.

No tenemos salones. Nuestro espacio de formación es la tierra, la naturaleza. Trabajamos en espacios libres donde los niños y las niñas se sienten contentos, donde sienten su autonomía, en un ambiente realmente dinámico, donde cada uno y cada una se siente a gusto con lo que hace. No tenemos horarios, porque todo es vivencial. Los tiempos de formación están marcados por nuestros calendarios nasa, con el camino del Sol y el camino de la Luna. Por ejemplo, cuando la Luna esta redonda, la energía está a su auge para trabajar. Cuando esta nueva o bebé, es tiempo para descansar.

Hablamos de acompañar más que enseñar, porque nuestra visión de la educación va más allá del modelo de la escuela. Acá, acompañamos junto con las familias. Todo el mundo es parte del proceso y tiene un compromiso con ello. No hay relaciones de verticalidad donde algunas personas sepan más que otras. Todos y todas estamos involucradas en el proceso de aprendizaje.

Trabajamos el nasayuwe, no como una asignatura separada como en las escuelas de nuestra región, sino de manera integral, en relación con las vivencias de lo cotidiano. La práctica de la lengua, como la del tejido, de la música o del trabajo de la tierra, son nuestros espacios de aprendizaje. Ellos guían esta búsqueda de enraizarnos, de conectarnos con la Madre Tierra.

Lo que vemos es que los niños y las niñas han desarrollado una relación con la tierra que es de afecto, de cuidado. De eso se trata cuando hablamos de reencontrar una identidad nasa, o un corazón nasa. No se trata de una esencia o de una identidad fija, sino de una manera de relacionarnos con los demás. Es una relación de afecto y de cuidado hacia la vida y lo vivo en sus distintas manifestaciones. Una relación con la Madre Tierra que los y las niñas de Kiwe’ Uma’ extendieron a todos los aspectos de su vida: las relaciones entre ellos y ellas, con los otros seres humanos, con la naturaleza, con los animales, las semillas, las plantas. Esta relación con el mundo y con la vida es algo que difícilmente podría ser transmitida en una escuela convencional. En Kiwe’ Uma’, es desde nuestras concepciones nasa que aprendemos a tejer lazos, a relacionarnos con las y los demás y con el mundo, en una relación igualitaria, descentrado del ser humano, en una relación de cuidado recíproco. Esta capacidad para tejer tales lazos es uno de los aprendizajes más importantes para nosotros, nosotras.

Este espíritu al cual aspiramos llegar, que se caracteriza por una profunda amabilidad, nos permite salir de las lógicas individualistas que dominan las sociedades de la modernidad occidental. Nos permite asumir, desde muy temprana edad, un compromiso profundo con la defensa de la vida. Estos valores son los que dan vida a nuestra identidad como nasa. Hoy en día, vemos que los niños y las niñas de Kiwe’ Uma’ son verdaderos compañeros de lucha. Sus preocupaciones están enfocadas en la defensa de la Madre Tierra, del territorio y de nuestros modos de existencia. Hasta se vuelven nuestras guías. Porque los adultos y adultas recibimos una educación colonizada, de la cual no es fácil salir, deshacerse completamente. Hoy en día, la nueva generación de Kiwe’ Uma’ nos indica el camino que permite a nuestra cultura regenerarse y respirar.

 

Cultivar una cultura incluyente

En Kiwe’ Uma’ como en la Liberación, hablamos de volver a las raíces, de revitalizar nuestra lengua y cultura, de volver a modos de vivir y de pensar nasa. Sin embargo, nuestro horizonte no es volver a un pasado idealizado, ni encerrarnos en una concha. Nuestro horizonte es vivir y habitar la Tierra según nuestra cosmovisión. Consideramos la cultura, no como algo fijo, no como un folclor, sino como algo dinámico, vivo, que se regenera, se profundiza. Un mayor nasa dice: lo propio es lo propio y lo apropiado. Es decir que la cultura nunca es algo puro, se transforma, se nutre de elementos exteriores y las hace suya, mientras sean útiles para avanzar hacia nuestros horizontes.

En la Liberación, hemos recibido muchas personas de afuera. Hemos organizado tres Encuentros internacionales de Liberadores y Liberadoras de la Madre Tierra, donde acogimos centenares de personas provenientes de distintos lugares de Colombia y del mundo, para intercambiar sobre nuestras luchas, tejer lazos y organizarnos. Todas estas personas, las hemos escuchado y mucho aprendimos de ellas.

En Kiwe’ Uma’, nos focalizamos sobre los saberes nasa, pero no dejamos de lado todos los saberes de afuera que nos interesan. Personas y colectivos exteriores vienen para compartir sus prácticas teatrales, audiovisuales, sus experiencias y sus saberes sobre el mundo. Todos los saberes pueden ser interesantes, mientras sabemos analizar de dónde vienen y cómo han sido producidos, mientras los miramos desde nuestro propio punto de vista. Por ejemplo, trabajamos matemáticas, pero no de manera abstracta como en la escuela. Trabajamos matemáticas desde nuestro contexto específico, aplicadas a lo que pasa en nuestro alrededor. De forma integral. Cuando trabajamos las estadísticas, empezamos por el tema de la contaminación en nuestro territorio, lo cual nos llevó a analizar las políticas locales, la manera de comunicar, entonces el tema de los medios de comunicación, etcétera. Cuando trabajamos la geología, integramos saberes occidentales sobre las rocas y los suelos en relación con la importancia de la piedra, kwetwesx, en la cosmovisión nasa. Cuando trabajamos la historia, pudimos relacionar el tema de los imperios, las invasiones europeas, el nacimiento del capitalismo y la resistencia de los pueblos colonizados. Entonces abordamos los saberes occidentales desde nuestro punto de vista, desde nuestra mirada como nasa.

 

Palabras de fin:
compartir alegría con todos los seres de la vida

Un aspecto muy importante de nuestros procesos educativos es la alegría. Es incluso un principio pedagógico. En la Liberación como en Kiwe’ Uma’, nuestra vida es una fiesta. Tocamos flauta y tambor, danzamos, celebramos, nos reímos. La alegría es nuestro indicador, es la que determina donde hemos llegado en el camino hacia el wët wët fxi’zenxi. Hacia lo que popularmente llamamos la felicidad. No se trata de una felicidad que hay que alcanzar esforzándose, trabajando duro, estudiando. Se trata de una felicidad que ya está, y que hay que cuidar y defender. La felicidad ya está porque el sol ya está, porque la luna ya está, porque el río y el bosque ya están. Todo lo que nos hace felices ya está, porque la felicidad está en lo que nos rodea, en la Madre Tierra. Por lo tanto, consideramos que la felicidad, o wët wët fxi’zenxi, se cultiva en el acto de compartir alegría y armonía con todos los seres. Así es como nos seguiremos educando, es decir viviendo como nasa, es decir como seres de la Madre Tierra.

Leave a Reply