BakatAgua, comida liberada y el encuentro de los Pueblos

 

Es el delicioso aroma de una chucula en el fogón, el que nos abre el día en la ancestral Bakatá. Ante el frio de la montaña, empezó a salir el imponente sol, para recibir éste segundo día de la Marcha de la Comida, en el salón comunal del Rincón del Valle; una casa que nos recuerda que somos territorios y gente de Agua. Suena la música y se anuncia que sopita, arepas de maíz y chucula, bebida tradicional de los habitantes de la región cundiboyacense; están listos para alimentar nuestra mañana.

Al ritmo de la música comenzamos a cargar las chivas con las ollas, la remesa y la comida que se iba a compartir. Mientras tanto vecinas y vecinos del barrio se alistaban para acompañarnos en éste recorrido hacia el Alto Fucha, buscando reconocer esas otras luchas que bordean la ciudad y el campo; así junto con los liberadores y liberadoras, se montan a las chivas emprendiendo nuestro viaje hacia la plaza del 20 de julio donde nos esperan más personas de diferentes geografías de la capital.

 

El barrio es testigo de un gran acontecimiento: luchadoras y luchadores de la tierra juntos en dos chivas, que se desbordan de alegría y resistencia cuando gritamos al unísono ¡Que viva la Liberación de la Madre Tierra! ¡Que viva la Segunda Marcha de la Comida, en Bakatagua! ¡Que viva la chicha, el maíz y el fermento! ¡Que vivan nuestros territorios de Agua!

La expectativa y las miradas fueron persiguiéndonos durante el recorrido hacia la plaza del 20 de Julio. Al llegar, en una calle repleta de comerciantes y comida, bajamos de las chivas para iniciar nuestro recorrido. Mientras los y las convocadas nos reciben con gran alegría, las personas de la plaza observan con sorpresa lo que está sucediendo. Nuestro recorrido inicia en un lugar central del alimento de éste barrio, donde diariamente la gente busca formas baratas y fáciles de comer, y lo consiguen al costo de un consumo dañino de transgénicos y agrotóxicos. Sobre ello fueron algunas de las intervenciones que guiaron nuestro recorrido y que pusieron a reflexionar a las vecinas y vecinos de la plaza.

Nos dispusimos a continuar nuestro recorrido, teníamos una ruta trazada que cruzaba algunas vías arteriales de aquella ciudad monstruo que es la capital, para encontrar el río que determinaría nuestra ruta hacia esos procesos de resistencia en las montañas de Bakatá. La vía principal fue nuestra por varios minutos, allí el ritmo de la chirimía, las consignas, y el caminar lento y seguro de los y las marchantes, se impuso ante el ritmo frenético de la ciudad.

Aquí una marcha molesta incluso siendo domingo, día no laboral para muchos de los trabajadores y trabajadoras; sin embargo, recibimos gestos de apoyo y mucha atención frente a lo que hacíamos y decíamos.

Empezamos a subir hacia la montaña que nos recibía con algo de frio. Mientras subimos nos dimos encuentro con la Cuenca del río Fucha, donde nos esperaba la Murga del común, una agrupación de niños y niñas que trabajan en éste territorio, que con diversidad de tambores hicieron retumbar el puente que sostenía la marcha, y avivar las corrientes de agua, que ya contaminadas saludaban a cada caminante que se abría paso al territorio ancestral de la diosa Fucha.

En el camino conocimos las terrazas de Manila, un lugar de gran importancia para los y las pobladoras del Alto Fucha, pues en él están consignadas algunas luchas territoriales del barrio. Allí se habló sobre la lucha de la vivienda, la lucha de los barrios contra las inmobiliarias que se apropian de los territorios y sobre la propuesta de los eco-barrios, propuesta que se ha puesto en práctica en algunas comunidades del Alto Fucha que buscan liberar la madre tierra protegiendo los ecosistemas, y así construir un mejor lugar que habitar.

En la parte más alta de las montañas nos esperaba el Bosque de las Mandalas, también conocido como Bosque del Yuste. Un bosque de eucaliptos tejidos con lanas de colores vivos que dan cuenta del tejido de las mujeres de éste territorio, nos dio la bienvenida al Alto Fucha.

A partir del palabreo reflexionamos sobre nuestra relación con la comida ¿comemos para saciarnos? O ¿comemos para nutrirnos física y espiritualmente? La palabra de los y las compañeras Nasa nos recordaba la importancia de respetar los ciclos de la Madre Tierra.  Por ejemplo, el maíz debe ser sembrado y cosechado en luna hecha (llena), decía un compañero, de modo que cuando comamos ese maíz no solo estemos comiendo el maíz, sino que estemos comiendo cosmos, naturaleza, vida.

Y en ese desalambrar de corazones y prácticas, nos acompañó la sabiduría la abuela Muisca Icha Kaka Blanca en el marco de un sentido ritual de armonización y bendición del alimento y el territorio. Construimos un círculo de protección alrededor del altar, el alimento a compartir y la olla comunitaria; a través del entretejido de nuestras manos y corazones. Iniciamos con un levantar de brazos, saludando los puntos energéticos de la Tierra. Luego, nos acostamos boca abajo para sentir a la Madre y pedirle perdón por todo el daño ocasionado, a causa de nuestras prácticas explotadoras y consumistas. Le agradecimos por la vida y le pedimos bendición para el alimento y el tejido humano que allí se venía conformando. La mayora nos compartió también un taller sobre prevención de la tuberculosis, y así la Marcha de la Comida en Bakatá fue escenario del encuentro entre los pueblos Muisca y Nasa, sus medicinas, cosmovisiones y sabidurías ancestrales.

Armonizadas con el territorio y el alimento, se llegó la hora de compartir la Comida Liberada. Personas de todas las edades se acercaron para recibir su buen pucho de comida y a falta de bolsas sobraron chaquetas, sacos y maletas para llevarlo. Por fin llegó el esperado momento del almuerzo y como sólo faltaba la barriga llena para tener el corazón completamente contento, nos dispusimos a departir de un delicioso sancocho con arroz y ensalada, al son de la buena música y la buena palabra.

Para dar cierre a la gran jornada, el arte fue protagonista, a través de la danza y la música. Algunos habitantes del territorio nos alegraron aún más la tarde con presentaciones de rap y carranga. Luego, la chirimía nortecaucana que resistentemente acompañó cada espacio de esta marcha, nos brindó la música para concluir con una hermosa danza de despedida, que rodeó todo el hermoso bosque que nos acogió durante la tarde y que fue dirigida por un mayor y una mayora Nasas.

Así, nos dirigimos felices a esa casa, que fue hogar colectivo por algunos días, y que guardará memoria de un trascendental encuentro entre pueblos y procesos de lucha. Claro está, que no nos despedimos hasta que no realizamos el compartir de las diversas chichas y el baile.

Leave a Reply