SINTRAIAS: Mujeres esclavas nunca más

Liberar nuestras manos para coser sueños distintos y colectivos

Marcha de la Comida, Medellin, 27 de mayo de 2019.

Unas puertas se cierran, otras se abren. Después del viaje a la represa Hydroituango, llegamos a media noche a SINTRAIAS donde, desde hace once meses, unas 50 compañeras obreras están ocupando la fabrica en cual trabajaron 20 o 30 años sin que su trabajo sea reconocido; pues la directiva nunca pagó la primas, y muchas veces las obreras tenían que escoger entre el sueldo o la seguridad social. Hace un año, la fabrica anunció la liquidación. Pero una fabrica igualita, contratando los mismos jefes y las mismas obreras abrió en la esquina con otro nombre y otra razón social. A las obreras que están ocupando la antigua fabrica, el liquidador les propone 4 millones cada una para que paren la lucha. Eso nos recuerda las bolsitas de agua, no? Pero los carteles están claros: “Mujeres esclavas, nunca más”, “La única lucha que no se gana es la que se abandona”. Las compañeras están firmes en la lucha.

Después de comer con gran apetito la cena que nos tienen preparada, descargamos el revuelto de las chivas, la comida cosechada en las tierras liberadas del Norte del Cauca. Empieza un extraño y bonito desfile de plátanos y costales andando por toda la zona industrial en donde se encuentra la fabrica. Los clientes de la discoteca de la esquina nos miran con gran curiosidad -una visión en medio del licor. El revuelto se amontona en un rincón de la cocina. Hay mucho! Las y los compas obrerxs y universitarixs se quedan asombradxs. “Hay para hacerse unos miles de patacones! Y juguito de naranja en la mañana!” Una compañera obrera y un compañero universitario nos dan la bienvenida. Y nos acostamos rapidito.

Al despertar, miremos el lugar con ojos más fresquitos. El techo de la fabrica es altísimo, gris, gris, gris. Detrás de un armario se puede pasar con autorización a la sala de maquinas. Una compañera nos las presenta como una familia.

Del otro lado, colgados a las paredes del lugar donde nos concentramos, un tablero con los turnos de ocupación de la fabrica y los nombres bonitos de las mujeres resistiendo, unos artículos contando la lucha, unas fotos del equipo de mujeres sonriendo, celebrando un cumpleaños, cocinando, cosiendo. Unas camas improvisadas con cajas de la fabrica acogen los sueños de algunas de ellas. La cocina es un hormiguero donde se activan mujeres y universitarixs; huele rico, como toda cocina que se respeta. El aroma del alimento se mezcla con el de los cuerpos recién enjabonados; estamos como en casa.

La fabrica es ahora un hogar colectivo, acogedor de otro modo de vivir, de pensar, de sentir. Adentro de esta cascara gigante de zinc, caricatura del ego capitalista, se liberan los corazones, se desalambra el modo de producción, se vive en comunidad… y se come patacones! Nos da risa al pensar que, al capitalismo, seguro que eso le da mucha bronca.

Y luego, inicia una charla entre todos. El tintico empieza sus rondas. Las compas nos cuentan su lucha.

“Nosotras antes, cuando veíamos pasar una marcha, pensábamos que eso no servía para nada, que los que marchaban eran unos desocupados, no más. Que nos impedían llegar cumplidas al trabajo. Y nos íbamos a trabajar corriendo aún si no nos estaban pagando. No pensábamos que nosotras teníamos un valor, como para defendernos. Esta lucha nos ha enseñado demasiado. Con esta lucha, recuperamos nuestra dignidad. Y eso es gigante. Antes, ni nos conocíamos entre nosotras. Empezábamos a las 5 y apenas teníamos 15 minutos de pausa para desayunar y descansar. No teníamos tiempo ni de preguntarle el nombre a la compañera de al lado. Desde que empezamos la lucha, nos conocimos, nos organizamos. Vemos que juntas podemos. Y claro, ya no nos da ganas de trabajarle a un patrón. Sabemos que cualquier patrón que sea, el está para engañar a lxs trabajadorxs. Ahora, queremos ser nuestras propias patronas!” Risas. Se nota en los ojos de la compañera que cuenta que se trata de una vaina mucha más grande que pedir sueldos. Que ya no hay reversa en su vida. La mente desalambrada. “Es un orgullo para nosotras ser puras mujeres acá, y luchar para nuestros derechos. Fue decisión de Nosotras y eso nos fortalece.” NOSOTRAS Y LAS OTRAS, RESISTIMOS, dice otro cartel. Es que liberar la Madre tierra, también es volver a recuperar el valor y la fuerza de las mujeres.

Luego, contamos la liberación. El amor que le tenemos a la Madre Tierra. La locura de atacarse directamente a Ardila Lule; las arremetidas, los compañeros que cayeron; la fuerza colectiva que nos hace seguir y seguir; las mingas de siembra… Las compañeras preguntan mucho. Se pide consejos, se intercambia estrategias de lucha, mensajes de fuerza. Es un momento bien emocionante. Un liberadora se levanta para hablar: “Felicitarlas. Decirles que andamos en la misma. La idea de nosotros es seguir tejiéndonos. Yo sé que juntos vamos a seguir para largo.”

Las miradas están llenas de admiración de lado y lado. Los ojos brillan de emoción cuando se relatan los momentos duros de la lucha, de orgullo cuando se revelan las malicias, las victorias. Los corazones conspiran en un solo latir: liberar tierras y fabricas, para ser libres de nuestro propio andar, de nuestro propio crear, las manos sembrando y cosiendo sueños distintos. Liberar tierras y fabricas para volver a ser comunidad, y dejar brotar la vida sabrosa y sencilla en el campo y la ciudad.

La ofensiva desde abajo vibra acá. Obvio que, al escucharnos, Goliath tambalea. Y no es que el está ebrio, sino que tiene susto.

Ya es hora de montarnos en las chivas, llenos de muchas experiencias, emociones. Y la certeza que hay que seguir en la Liberación de la Madre Tierra.[:]

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