La siembra de un liberador de la Madre Tierra

El 12 y 13 de agosto de 2020 el estado colombiano, Incauca y Asocaña arremetieron contra la liberación de la Madre Tierra en Corinto, en un nuevo intento por acabar nuestro proceso. El día 13 fueron asesinados dos liberadores, uno de la Madre Tierra, otro de la palabra. El Mono y Abeladardo. El 16 de agosto, los dos fueron sembrados, cada uno en su comunidad, cada uno acompañado de mucha comunidad. Volvieron al lugar donde al nacer quedó sembrado su ombligo.

 

La siembra del mono Jhoel estuvo alegre y serena. Acá no decimos entierro, decimos siembra. Es volver al lugar de donde un día surgimos, el regreso a las entrañas de Uma Kiwe. Como somos semilla, nos siembran. La muerte no es la última palabra, es solo el viaje a otro espacio que también es vida.

Escucha o descarga Vamos al corte:

      19 agosto 2020

 

El asesinato de Jhoel y Abelardo, ordenados por los poderosos siguiendo un plan, buscaba matarlos, exterminarlos, y, de ese modo, aniquilar el proceso de liberación de la Madre Tierra. Abelardo, en Corinto, recibió la gratitud merecida. Aquí también: si él era comunicador, aquí seguiremos siendo.

Para el mono la comunidad liberadora y su comunidad de origen, El Tablón, mucho dolor, pero tampoco el dolor es la última palabra. El dolor es un momento en la lucha.

En las dos noches de velorio del mono hubo cantos, risas, rituales, comidas, reencuentros. Las miradas y rostros estaban rebosantes de orgullo y admiración. En la vereda El Tablón, en Jambaló, el mono no hablaba mucho de su lucha.

Cuando les contamos que el mono había logrado liberar 4000 mil hectáreas, llenar 16 camiones de cosecha para compartirla con luchas de base en las ciudades, que tenía una huerta en el Punto 2 en Corinto, y que estaba organizando la escuela de nasa yuwe de la liberación… en la mirada de su comunidad creció la admiración. Qué rostro aquel, se agota el abecedario para nombrarlo. Claro, es una forma de narrar sus logros, porque en la liberación nadie saca pecho con la lucha de los demás, nadie está haciendo carrera de candidato o candidata para ir escalando puestos.

Y la biografía de cada liberador, de cada liberadora, dirá lo mismo: que hasta el momento ha logrado liberar 4000 mil hectáreas, llenar 16 camiones de cosecha para compartir con luchas de base en las ciudades, que tiene su huerta, que está organizando la escuela de nasa yuwe de la liberación…

“No sabíamos que Ernesto -su otro nombre- fuera un gran líder” dijo su tío, lo mismo dijo su único hermano. Cuando escucharon la voz del mono en el programa Vamos al corte le escucharon hablar en nasa yuwe y “con más claridad que nosotros”, dijo su otro tío, líder de su comunidad. A su abuelo, viejo recuperador de tierra, no le cabía el orgullo en el rostro. Es que si usted se pone a mirar, las fincas que estamos liberando son y serán nuestra ‘universidad’.

“Él tuvo dificultades en la vereda”, nos contó su tío, “cometió errores, como cualquiera” pero eso no lo detuvo. Es que en la liberación de la Madre Tierra no miramos los errores para iniciar la lucha. Si esperamos la santidad para poder empezar, el santo capitalismo nos coge ventaja. Luchamos para levantarnos de los errores. Liberamos la Madre Tierra para liberarnos nosotras y nosotros mismos.

Desde Corinto, llegaron 42 liberadoras y liberadores de la Madre Tierra a entregar a la comunidad de El Tablón al mono Jhoel. “Ustedes lo entregan, nosotros lo recibimos”, dijo su tío. Y el domingo 16 de agosto llegó el día de entregarlo a las entrañas de Uma Kiwe, nuestra Madre Tierra. ¿Qué significan todas estas palabras?

La caravana de gente que acudió es la más grande que haya habido en una siembra en El Talbón, según dijo un comunero. En el cementerio hubo palabras de gratitud, risas, llantos, abrazos, sollozos, pocos tragos de chirro. Ya no volveremos a ver la risa del mono, ni su terca convicción de liberador curtido. ¿Ésa es la última palabra?

Escuchemos lo que lograron Incauca, Asocaña y el estado colombiano al asesinar al mono:

“Quiero conocer la planada”, dijo su abuelo, recuperador de tierra, refiriéndose a las fincas en liberación.

“Yo no era cercano a la lucha”, dijo su hermano “pero ahora que mi hermano dio la vida allí, en adelante me comprometo a entrar”.

“Voy a meterme a la liberación”, dijo uno de sus tíos, “hasta ahora no he ido, pero por mi sobrino voy a ir”.

“Él no estaba haciendo daños, ni dio la vida en vano”, dijo su compañera en medio del llanto, con un niño en brazos, la palabra más sentida, el llanto más adolorido de todos estos acontecimientos. Sus hijos estaban allí escuchando, llorando, sonriendo, apretando el puño, templando el rostro…

Y el rostro vuelve a sonreír. Es que si cae uno, miles nacerán.

¿Miles, ahí van solo cuatro o cinco? Eso cree usted. Esta lucha va para 150 años, por lo menos. Saque cuentas.

La liberación de la Madre Tierra continúa su camino. Bueno, éso es doctrina. Lo preciso es contarles que las liberadoras y liberadores de la Madre Tierra seguiremos acentados en las fincas que estamos liberando. Es un tiempo de tomar aire; o dicho desde acá: es momento de llenar el corazón de fuerza. Y es tiempo también de caminar en el respeto por nuestra lucha para que nadie la manosee, para que nadie aproveche esta coyuntura en función de sus propósitos.

Ahora Jhoel y Abelardo están en su nueva casa, en el lugar que a todos y todas nos espera, el vientre oscuro y fresco donde la Madre Tierra nos arrulla. Buen viaje, buen descanso, compañeros.

¿Los volveremos a ver? Sí, en noviembre bajan los espíritus a visitar a la familia, a su pueblo. Hasta pronto, Jhoel y Abelardo. Ahí volveremos a comer un poco de mote y a tomar un poco de chicha. Nospi. Putxunkhaw.

16 de agosto de 2020

Proceso de liberación de la Madre Tierra

Pueblo nasa, norte del Cauca, Colombia.

 

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